lunes, 21 de septiembre de 2009

Él ... sus historias.


En la ciudad, no todos conocían al vagabundo,
muchos lo veían durmiendo en las plazas o donde estuviera cálido el suelo.

Él caminaba por las calles y se sentaba a observar en las veredas.

Cada vez que el sentía que lo miraban a sus ojos gritaba desaforadamente
que fue un soldado de guerra y temblaba al decir que por la patria había luchado
y con la mano en el corazón como le habían enseñado dejó rodar una lágrima
que no alcanzó a tocar sus labios
por que con honor la desintegró con sus manos.

Tuve la oportunidad de hablar con él,
ese día comprobé que sus palabras eran verdaderas,
hasta me pareció sentir
ese frío que gobernaba en sus historias.

Pero no pude frenarlo,
parecía que sangraba por dentro por tantas cosas.

Él, se fue con una de sus historias que narraba
con inmenso dolor ese mismo día,
no terminó de contarme algunas por que lo acribilló tanto rencor.

Esa vez rió pero su seriedad se encendió automáticamente y me dijo:

Compañero de pie, la guerra continúa...

Él siempre me decía que la única guerra fiel
y duradera era la propia vida,
a eso lo pude comprender un tiempo después.

Él parecía tener la palabra indicada para el momento justo.

No me pidió nada a cambio de sus historias,
muchos me decían que solo era un vagabundo perturbado y mentiroso

¿por qué yo solo visito su tumba?

Creo que lo que hizo fue demasiado,
como otros tantos olvidados.

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