Qué fácil gritar y destrozar los silencios que te habitan.
Qué fácil gritar y destrozar la paciencia que te esquiva.
Qué fácil gritar.
Qué fácil llorar.
Qué fácil descolgarte cada tarde del planeta que gira indiferente.
Qué fácil morirte en los rincones de la nada.
Qué fácil volverte nada.
Lo difícil es seguir cada mañana.
Lo difícil es levantarte de la cama cuando la espalda duele, cuando las piernas duelen, cuando la existencia duele, cuando las paredes duelen, cuando el aire duele.
Lo difícil es vivir cuando vivir duele.
Lo difícil es doler y seguir.
Pero te levantas y sigues. Y
sonríes. Y ríes.
Y te guardas los rincones.
Y te guardas los silencios.
Y te guardas la existencia y las paredes.
Y te guardas, todo, te guardas.
Hasta que pase la tormenta.
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