vara de madera dura, costillas de acero y tela impermeable negra,
muy muy viejo, que ya no usaba.
Lo que más le dolía al viejo paraguas era estar solo en el paragüero,
o permanecer siempre en algún mueble o en el portafolios
de su antiguo dueño.
Solía recordar, con nostalgia, aquellas tormentas con lluvias torrenciales, cuando abría la inmensa plenitud de su tela para proteger a su dueño.
Hoy salí a caminar bajo la lluvia y Él está sonriente...
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