Escribía sin concentración ni plan ni orden ni horas.
No lo sometía a la opinión de nadie.
Escribía sin intención de ser entendido,
sin ganas de que nadie supiera lo que llevaba dentro,
sin pedagogía.
Escribía para él.
O acaso, y esto suponía el escarnio pero
a la vez la clave de su escritura confusa...
Escribía contra él.
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