viernes, 15 de octubre de 2010

"Conócete a ti mismo"

Una de los aforismos más sobrevalorados y al que se agarran todos esos libros de auto-ayuda escritos para europeos que no saben qué hacer con sus cómodas vidas (ya me dirán cuántos libros de Bucay o Coelho se venden en Chad o Etiopía) es el que se dice que aparecía en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos

«conócete a ti mismo». 

Todos sabemos que no es fácil, pero que si uno lleva a cabo una poderosa labor de introspección acabará haciéndolo. 

Y como premio para intentarlo, seremos más felices.


Por suerte, la moderna psicología ha descubierto que esto no es así. 
No sólo no es cierto que se sea más feliz si uno se conoce sino que hacerse una imagen embellecida de uno mismo es fundamental para poseer una cierta salud mental. 

Sabemos que tenemos nuestras cosas buenas y nuestras cosas malas, pero cuando nos miramos al espejo preferimos ver nuestra cara 
más agradable.

 En diferentes experimentos, los sujetos psíquicamente sanos
 se consideran mejor descritos con adjetivos con connotaciones positivas que negativas, de igual modo que a lo largo de la vida recuerdan los éxitos mientras que los fracasos se olvidan con extremada facilidad –de ahí, quizá, venga lo de tropezar dos 
veces en la misma piedra-.

 Otra tendencia bastante común es la de considerarse responsable de las acciones que han salido bien, mientras que las que han salido mal
 la culpa la han tenido un cúmulo de circunstancias.

Por si esto no fuera poco, las personas psíquicamente normales viven convencidas de que en una serie de aspectos son superiores al resto. 

Un ejemplo claro lo tenemos en los conductores.
 En diferentes encuestas, nueve de cada diez conductores se consideran mejores que la media.

 El psicólogo David A. Dunning de la universidad de Cornell ha descubierto que los incompetentes, además de no estar a la altura de lo que exige su profesión, ni siquiera saben lo incompetentes que son. 

En una serie de juegos de lógica encontró que quienes más dudaban de sus aciertos o que se infravaloraban sacaban mejor puntuación
 que quienes se creían los mejores del grupo.

Y es que, en general, como dice el psicólogo alemán Rolf Degen,
”la necesidad de controlar las condiciones de la propia existencia está muy arraigada en el espíritu humano. 

Hasta el punto de que es capaz de engañar a la razón y hacerle creer que controla situaciones donde sólo existe azar o que realmente están controladas por fuerzas que no puede dominar”.

Nos gusta ver las cosas no como son, 
sino como nos gustaría que fueran.

by.Psique


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