viernes, 15 de octubre de 2010

Un Pasteur desconocido


El nombre de Louis Pasteur ha pasado a la historia por descubrir,
 entre otras cosas, la vacuna contra la rabia.

 Héroe nacional en Francia, su nombre es sinónimo de sabio.
 Como a todos ellos, se le ha ensalzado hasta convertirlo en un mito. 

Y los héroes son héroes, no seres humanos. 
¿
Qué ha sido del Pasteur hombre?

 En sus cartas privadas es donde podemos descubrirlo.

A Pasteur no se le puede comprender lejos de su laboratorio,
 su «diminuto templo de la experimentación». 
Las relaciones de Pasteur con los demás estaban supeditadas
 a su trabajo. 

Ésa era su pasión.
 «Nada hay fuera de él que me incite y entusiasme», 
decía, pues «el trabajo es lo que define al ser humano». 

Pero Louis Pasteur no era sólo eso.
 Educado y sensible, recibió un fuerte golpe cuando su madre murió al poco de doctorarse con una tesis sobre el ácido tartárico

Al final de una dura lucha, cuando su investigación le reportaba el ansiado reconocimiento científico, en aquellos momentos de júbilo, le llegó la noticia: su madre había sufrido una apoplejía. 

A las pocas horas, moría. 

Muy unido a ella, durante semanas Pasteur se encerró en un mutismo total y dejó de investigar. 

Su mayor dolor fue no poder despedirse:
 «cuando llegué ya no estaba entre nosotros». 

Pero ella sí lo hizo. 
En su última carta escribió:

 «Que nada te cause pena. 
En la vida no hay más que quimeras. Adiós, mi querido hijo».

Además de su madre y sus hermanas, la otra mujer de su vida
 fue Marie. 

Su matrimonio se desenvolvió como la mayoría de los de la época. 
Ella fue la compañera fiel, sin objetivos propios y su gran admiradora. 

En la carta de pedida de mano a su suegro Pasteur escribió: 
“Mi familia está en posición desahogada pero sin fortuna… 
Y en cuanto a mí, estoy decidido a dejar íntegramente a mis hermanas todo lo que me corresponde en herencia. 
No tengo, pues, ninguna fortuna”. 

Con una gran confianza en sí mismo, añadió:
 «Todo lo que poseo es una buena salud, un buen corazón y una posición en la Universidad».

Con esto y mucha voluntad,
 «la voluntad, hermanas mías, es fundamental», 
se forja un genio.

By. La ciencia de tu vida

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