viernes, 15 de octubre de 2010

Física über alles



Dentro de la ciencia existen sus clases sociales, 
su aristocracia y sus plebeyos. 

Y no me refiero a la diferencia entre catedrático 
y sus (a veces) esclavos-becarios. 

Hablo del distinto valor que se  da a las diferentes disciplinas científicas. 

Si decimos que el fundamento del conocimiento científico reside más en el experimento que en el razonamiento abstracto,
 los teóricos se nos lanzaríamos al cuello. 

Los inventores y los antiguamente llamados mecánicos siempre han estado menos considerados que aquellos que vivieron en su mundo de puro pensamiento.

Una prueba de ese escalafón intelectual es el listado de “famosos” de la física que han pasado a la historia: Newton, Einstein o Maxwell, 
por citar unos pocos, destacaron por sus trabajos teóricos,
 sin ensuciarse las manos.

 Y entre los físicos del siglo XX los nombres que resuenan son teóricos no experimentales. 

¿Qué hicieron Jason Morgan, Dan McKenzie y Xavier Le Pichon por un lado y John Bardeen, Walter Brattain y William Shockley?

 Seguro que si les menciono a Dirac, Feynman o Heisenberg
 no tienen ni que buscarlo en Google.

Ya escucho la respuesta de alguno diciendo “¡cómo los vamos a comparar! 

Los últimos hicieron descubrimientos acerca del carácter fundamental del mundo”, en el sentido de que participaron en el desarrollo de las teorías fundamentales de la física. 

¡Ahí está el quid!

 Ponemos por encima la teoría al empirismo.
 No es raro que los físicos teóricos suscribamos en numerosas ocasiones las palabras de desprecio de Rutherford hacia la botánica y la paleontología, un mero coleccionismo de sellos. 

De este modo la física se hace “más científica” que otras disciplinas.

Esta discriminación es herencia griega que consideraba el trabajo intelectual muy superior al manual. 

La metodología de la biología, antropología, ecología, o sociología tiene poco que ver con las abstracciones de la física teórica, que ha sido elevada a un pedestal y al que todas las demás ciencias deben mirar para emular. 

Es lo que en 1996 Richard Creath llamó el “imperialismo de la física”, que fijó su reino en la postguerra cuando aquellos físicos que participaron en la construcción de la bomba atómica se convirtieron en los portavoces de la ciencia norteamericana. 

Así, extendieron los valores de su campo al resto de las ciencias, encerrando bajo el displicente adjetivo de “blandas” a las ciencias sociales y del comportamiento e incluyendo a su redil la química, 
las matemáticas y la biología.

Un efecto de esto es lo que sucede en la divulgación de la ciencia.

 Si miran qué físicos se dedican a ella descubrirán que la mayoría son teóricos.

 Los estantes de las librerías están repletos de cuerdas, multiuniversos, teorías de unificación, agujeros negros… 

 Cuenten los libros de divulgación en química, por ejemplo, que participa del beneficio de ser considerada “dura”: la proporción es escandalosa. 

Y ya me dirán cuál de las dos es más representativa de lo que significa la ciencia en nuestra vida cotidiana.

Insisto: lo que está operando bajo el orgulloso canto de física über alles es el desprecio que los pensadores-aristócratas griegos tenían hacia el trabajo manual, empírico, propio de esclavos. 

¿Les resulta extraño ahora que en 1998 la revista Nature contara los esfuerzos de un grupo de físicos por definir lo que significa la palabra ciencia?

By La ciencia de tu vida 

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