A veces me gustaría que todo fuera tan sencillo
como pintar con acuarelas a medianoche y en silencio.
La ciudad ronca porque desde que su color es gris,
le cuesta respirar.
Y pasan los días y las cosas y los defectos se vuelven en características, un tanto irreales la mayoría de las veces, pero siempre fáciles de vender como disculpa.
Así es la ciudad gris.
“Aquí ya ni sé, ni me encuentro”,
reza el último mensaje en el contestador.
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