sábado, 26 de febrero de 2011

Descartes... y sus cautelas...


Como es sabido, cuando Galileo es arrestado y condenado en 1633, Descartes sufre una gran conmoción, pues acaba de componer
 un tratado en el que sostiene tesis semejantes a las de éste
 y decide no publicar su libro Mundo

En la siguiente carta, Descartes explica a su amigo Mersenne
 las razones que le llevan a no publicar su obra:

Quería enviarte mi Mundo como regalo de Año Nuevo, y hace sólo dos semanas estaba dispuesto a mandar al menos una parte, si no podría copiarlo todo a tiempo. 

Pero tengo que decir que, mientras tanto me tomé la molestia de preguntar en Leiden y Amsterdam si tenían el Sistema del mundo de Galileo, pues pensaba haber oído que se había publicado en Italia el año pasado. 

Me dijeron que se había publicado, pero que todas las copias habían sido quemadas inmediatamente en Roma y que Galileo había sido condenado y castigado. 

Me quedé tan sorprendido que casi decidí quemar mis papeles o al menos no dejar que nadie los viera.

 No podía imaginar que Galileo -italiano y, según creo, 
bien visto por el Papa- pudiera ser considerado un criminal
 por haber intentado establecer, como sin duda hizo, 
que la Tierra se mueve. 

Sé que algunos cardenales habían censurado esta opinión,
 pero creía haber oído que al mismo tiempo se enseñaba públicamente incluso en Roma. 

Admito que si la opinión es falsa, también lo es todo el fundamento
 de mi filosofía, pues también con ella quedaría demostrada, 
y está tan estrechamente entreverada en cada parte de mi tratado que no puedo eliminarla sin dejar el resto de la obra defectuoso.

 Pero por nada del mundo querría publicar un discurso 
en el que la Iglesia pudiera encontrar una sola palabra censurable. 

Prefiero eliminarlo que publicarlo de una forma mutilada.


(Citado en A.C. Grayling, Descartes, p.p. 208-209)

El argumento principal de la Iglesia para oponerse 
al heliocentrismo era el Salmo 104:

¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Estás vestido de esplendor y majestad
y te envuelves como un manto de luz.
Tú extendiste el cielo como un toldo
y construiste tu mansión sobre las aguas
Las nubes te sirven de carruaje
y avanzas en alas del viento.
Usas como mensajeros a los vientos,
y a los relámpagos, como ministros.

Afirmaste la tierra sobre sus cimientos:

¡no se moverá jamás!


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