Según un reporte de la Universidad Estatal de Arizona,
ponga usted un microbio en órbita, somételo a la radiación típica del espacio,
tráigalo de regreso
a la Tierra, y habrá creado un monstruo.
Suena irresistiblemente genial.
La trama de una película de ficción hecha realidad.
El microbio en el estudio fue la salmonella, que ya de por si es un bicho malo,
-ese que nos manda a la cama al comer comidas infectadas.
Pero resulta que los 10 días de microgravedad en el STS-115 convirtieron
al microorganismo en una versión espeluznante y asesina,
que acabo con el doble de ratones de su primo terrestre.
Los investigadores descubrieron que la salmonella que viajó al espacio
tenia 167 genes mutados.
¿Por qué?
Es la pregunta del millón.
Se cree que tiene que ver con la fuerza con que se desplaza
el líquido entre las células.
De todas formas, lo que sucede es que en el instante en que el microbio
siente que hay cambios en su medio ambiente, cambia su maquinaria
genética para poderse adaptar.
No demora en salir una película de bichos mutantes radiactivos
–esta vez basada en la vida real.
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