Todo es factible de cambio, pero casi nada cambia por sí mismo
Las casualidades, esas que algunas veces hasta nos sorprenden y nos hacen dudar de la pura lógica, se han concatenado en estos dos últimos días para ceñirse en diálogos y reflexiones en torno a los llamados “vientres de alquiler”
Como tantas y tantas cosas que afectan a la conducta humana,
hay detractores y defensores de esa práctica.
Partiendo de que la madre de alquiler sólo “alquila” su cuerpo
(es decir, que generalmente el óvulo es de otra mujer,
por lo que ella no será la “madre”… o sí???)
Si yo “alquilo” una mujer para usar su cuerpo,
durante, pongamos un día,
todos pensarán que ella es una puta y por lo tanto todos se creerán
en el derecho de poder juzgar y condenar nuestros
(el de ella y el mío) actos…
Pero si yo “alquilo” una mujer para usar su cuerpo,
durante, pongamos nueve meses,
todos pensarán que ella es una madre de alquiler
y tal vez el juicio sea distinto
Quede claro que en ambos caso,
he dicho “alquilar” una mujer para usar su cuerpo.
Hay otras opciones de alquilar a una persona
y el trabajo es la más conocida.
Todos alquilamos (o vendemos) parte de nuestro tiempo,
de nuestra vida, cuando trabajamos…
Así pues, me centro en la frase “alquilar el cuerpo de una mujer”
y con ese alquiler yo consigo mis propósitos…
puedo usar su cuerpo para mi disfrute sexual,
puedo usar su cuerpo (aunque sean sus oídos) para aliviar mi soledad,
o puedo usar su cuerpo para que crezca en él mi descendencia…
Esto, claro está, siempre que medie dinero de por medio…
si no, puede ser algo voluntario, deseado, altruista o incluso accidental…
pero cuando hay dinero, cuando hay “negocio”,
¿todo estos alquileres serian prostitución, o sólo cuando
nos centramos a algo tan sencillo como el sexo???
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