Un hombre que caminaba por la escollera resbala y cae al río
-Dios mío -exclama doña Lola mirando como el hombre
lucha por salvarse -,
¿Qué hace este gobierno para que no sigan sucediendo más desgracias?
-¡Por favor, deme una ayuda, señora - se desesperaba el hombre allí abajo
-Por qué tengo que ayudarlo yo, que soy una jubilada,
habiendo tantos funcionarios inútiles que ganan fortunas
y no hacen nada?
Cuando el hombre estaba casi resignado, un empleado municipal que pasaba por allí le arroja una cuerda y el hombre consigue llegar a superficie.
-Aquí estoy yo perdiendo horas de trabajo por salvar a un pobre diablo mientras en la Casa de Gobierno deben estar negociando rebajas de salarios.
El hombre tiembla empapado en la vereda.
Entre los curiosos que comenzaron a rodearlo uno propone cortar la avenida costanera en señal de protesta por la inseguridad en la vía pública.
Y otro, trajeado y con cara de abogado le aconseja exigir una indemnización
al Estado por daños y perjuicios.
El hombre los aparta.
No quiere nada, solamente pide un abrigo.
Y todos se retiran defraudados.
-Piden, siempre piden -alcanza a comentar Doña Lola-,
y lo peor es que el gobierno los escucha.
Seguro que le regalan un abrigo que más quisiera yo tenerlo.
No hacen otra cosa que alimentar a los vagos.
Así va nuestro país.
Al rato se le acerca un agente de la guardia metropolitana:
-¿Qué hace usted ahí, todo mojado?
¿me permite ver sus documentos?
-No, no los tengo, se me deben haber perdido en el río.
-Ah, si?...entonces va a tener que acompañarme a la comisaría.
¡Vamos, levantese! ¿o prefiere que lo levante yo?
Crónica titula al otro día:
"crisis económica, otro intento de suicidio"
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