Observatorio de Perkins, Ohio, Estados Unidos.
Era una fría noche de agosto de 1977 cuando el radiotelescopio Big Ear escaneaba la franja de cielo que por aquel entones se le presentaba;
el instrumento se hallaba estático, ya que la propia rotación de la tierra
le hacia prescindir de movilidad.
En el mismo instante en que las agujas del reloj marcaban las 23:16,
el Big Ear captaba una señal que se salía de lo corriente,
y era ésta transmitida al IBM 1130 (el sistema informático) que se ocupaba de registrarla en una sección de papel continuo, siguiendo el protocolo.
Clamaba ruidosamente la impresora la aparición de algún técnico,
pero el observatorio se hallaba desierto y el insólito informe quedaba huérfano bajo otros tantos ordinarios que continuaban registrándose.
Días más tarde, el profesor de la universidad estatal de Ohio y voluntario
a su vez del SETI, Jerry R. Ehman, entraba en aquel complejo astronómico, característico por su gran cúpula semiesférica.
Debido a la ausencia de personal en aquellas instalaciones, bien podrían haberse juzgado como abandonadas, y en cierto modo lo estaban.
Comenzó a revisar los registros con gesto indolente, ojeando los usuales patrones de ”1”, ”2”…, a veces ”4”, tan copiosamente repetidos entre sí
que su visión era desalentadora.
Súbitamente, ”6EQUJ5”.
Ehman se retiró rápidamente del papel con ojos desbocados como quien
ha sido sorprendido por un aparecido; hubo de aplicar un ligero limpiado
a sus gafas y examinar repetidas veces la anómala secuencia para cerciorarse de que no era víctima de una ilusión.
Estalló entonces el joven profesor de júbilo y se precipitó a recalcar la señal con un circulo de tinta, como si el temor a que ésta pudiese desaparecer fuera razonable, e hizo valer la emoción que le embargaba anotando a la izquierda de dicha secuencia: Wow! (expresión de tremendo asombro).
No tardó en interpretar el código alfanumérico y descubrir que su intensidad era 30 veces superior a lo normal.
Ehman se mantuvo un instante observando las estrellas desde su ventana
y una única pregunta rebotaba en su cabeza: “¿Qué hay allá arriba…? ”
Hace ya casi 35 años que la señal Wow! llegó a la tierra.
Desconocemos su significado, desconocemos qué o quién pudo originarla, desconocemos incluso si es real.
Esto ha supuesto un punto de inflexión para los científicos de todo el mundo, quienes ni siquiera hoy día han logrado esclarecer el misterio.
Como es de imaginar, el hecho trae también de cabeza a los pseudocientíficos y más de alguno se ha pronunciado afirmando que
se trata del primer contacto extraterrestre.
Lo siguiente puede sobrecoger a muchos pero ni Ehman ni su compañero Kraus han podido desmentir estas palabras, e incluso el estudio de la señal ha refutado en cierto modo esta teoría como la más acertada.
Si bien hay otras que más abajo expondré que merecen cierta consideración.
No existe ninguna grabación del Wow!, pues tan solo fue registrado;
no obstante, conocemos que su duración fue de 72 segundos y que hubo constancia en ella, cosa que no refleja la secuencia: 6EQUJ5.
Esto es perfectamente comprensible, ya que el Big Ear estaba diseñado para observar un solo punto durante 72 segundos; el aumento paulatino
y su posterior descenso son debidos a la entrada y salida que efectuó la onda de la ventana de observación del telescopio.
La señal pudo tener diversos orígenes, que trataremos más adelante,
pero conocemos a ciencia cierta que procedía de algún lugar de la constelación Sagitario.
Dicha secuencia puede parecer compleja, pero está formulada siguiendo una premisa muy simple. La computadora que recogía la señal del radiotelescopio atribuía a la misma un determinado valor alfanumérico:
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El valor de ”U” equivale a entre 30.0 y 30.999, y supone la mayor intensidad recogida hasta la fecha; 30 veces superior al ruido de fondo.
Los informes suelen presentar una abundante cantidad de espacios en blanco y cifras nimias (1, 2 o 3 como máximo); esto se debe al ruido de fondo,
o radiación cósmica de microondas, que puebla el universo,
cuyo origen se ignora, aunque hay quien postula que puede tratarse
del eco del Big Bang.
Encontramos diversas hipótesis que pretenden
dar explicación al fenómeno del Wow!:
•La primera causa que se baraja es la posible interferencia con un satélite artificial; éste, obedeciendo a la presente conjetura, podría haber cruzado la órbita en ese preciso instante, reflejando así una emisión de la tierra.
Desde un principio, Ehman se ha mostrado escéptico respecto al origen extraterrestre de la señal y ha manifestado
su inclinación hacia esta teoría.
Sin embargo, es imposible que tuviese lugar interferencia de tipo alguno por la sencilla razón de que el Wow! se hallaba en la 1,4GHz, y es sabido que ningún satélite trasmite a través de esa frecuencia.
•Otra posibilidad es que en el radiotelescopio se produjera un fallo técnico, algo perfectamente factible; no obstante, antes de considerar lo que esto sugiere, sea necesario señalar que hasta 1997, fecha en la que el observatorio fue clausurado, no se volvió a registrar nada semejante.
•También se han planteado conjeturas entorno a un probable acontecimiento fuera de nuestro sistema solar, sin duda de clase extraordinaria,
como la explosión de una supernova; sin embargo, hemos de tener en cuenta que los astros emiten a lo largo de toda la banda frecuencial mientras que
el Wow!, como ya sabemos, solo se encontraba en ciertas frecuencias
del espectro.
•La última hipótesis va mucho más allá que las anteriores, supone que
en algún lugar de la galaxia se halla una civilización inteligente con un transmisor lo suficientemente potente como para hacernos llegar un mensaje.
El astrónomo no puede contemplar esta idea sino con entusiasmo
y esperanza.
La comunidad científica, en cambio, se muestra incrédula,
y en cierta medida es natural teniendo en cuenta que se confiere mucho más valor a la ciencia empírica que a la teórica.
No en vano, la famosa ecuación de Drake nos demuestra que debe
de haber entre 10 y 10 000 civilizaciones dispersas por
el universos, aguardando ser descubiertas.
Juzguen ustedes, amigos lectores, que hay de veraz y de ficticio en todo esto; hagan acopio de valor para afrontar lo que para muchos expertos,
como Stephen Hawking, está por llegar, o aparten de su mente todo
lo relativo y continúen dormitando en el feliz lecho de la ignorancia.
Pero, sea cual sea su determinación, tengan en cuenta lo siguiente: cuando anden con la oreja pegada a su radio, y sean victimas de algún tipo de extraña interferencia, escuchen, escuchen…, tan solo escuchen, por que
tal vez no se trate de una interferencia…
La dramatización del comienzo contiene ligeras licencias, detalles irrisorios que me he tomado la libertad de implementar para dar un poco de color;
no obstante, la verdad de lo sucedido aquella noche no ha sido adulterado
de modo alguno.
e-ciencia
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