miércoles, 16 de noviembre de 2011

Ausencia...


Aún era un niño, quizá por esto no me sorprendió tanto aquellas palabras angustiosas del Mago cuando arrastraba su rostro en un charco de sangre.

-Diablo hijueputa, porque me abandonaste?

No pude entender esa cierta complicidad de mi padre con aquel negro enorme, pero comprendí que también algo moría en él aquel día. 

Tampoco comprendí los signos marcados por el machete en el rostro
 y las manos de aquella negra cómplice de la lujuria y la traición. 

Después de tanto tiempo las imágenes se han tornado borrosas, 
como envueltas en una baba espesa infranqueable.

Ahora me han contado que hace algún tiempo hubo un hombre que murió, 
al igual que el Mago, invocando una ausencia sagrada.

 Dios mio, Dios mio, ¿porqué me has abandonado?...

y no sé porqué tengo la sensación de recordar este momento 
como si lo hubiese presenciado.

Con frecuencia pienso en el día de mi muerte, y, 
si ya están agotadas las ausencias del bien y del mal. 

¿A quién he de invocar en ese día de soledad y de abandono?.

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