sábado, 3 de diciembre de 2011

15:10hs... un corto cuento


Caen sesenta y nueve perlas en cascada de ese cuello sofisticado
 sobre la gran pista de baile.

 Amanece, el casino se apaga y se enciende el azul de la costa. 

La gran suite no fue utilizada.
 Aún se escucha el eco de monedas que chocan apilándose sobre la bandeja de un ganador.

 Montecarlo. 
Memorias cansadas de soñar en veintiuno al blackjack.

 Cincuenta y tres bolas blancas consiguió guardar 
en los bolsillos de la chaqueta, el resto del collar,
 huyó bajo zapatos que hacen caer cuerpos al vacío

Carga su femenina figura sobre sus hombros y la seda del vestido 
cubre su masculina espalda, como una roca guarda el equilibrio,
 ella no recupera el conocimiento.

En el ascensor recuerda tomar aire, al llegar al último piso la baja
 de sus hombros, se tambalean y decide llevarla en brazos hasta la suite. 

Torpemente abre la puerta de la habitación
 y cruzan como unos recién desconocidos.
.
Se dirige al dormitorio y coloca el cuerpo sobre la cama. 
Se separa de ella para no dejar de mirarla en la distancia. 
Tu boca ha nacido para mentir y ser besada.
.
Comienza a desnudarla, descansará mejor entre sonámbulas sábanas. 
Los tirantes caen solos para desvelar dos cartas de jotas negras en su pecho. 

El vestido sigue cayendo, al igual que objetos que éste sostenía: 
dos relojes de señora, uno de caballero, una billetera, una pulsera.

 Comienza a moverse, sin despertar.
 Él guarda el arma en el cajón y se recuesta a su lado.

 Hoy la abraza...

mañana la detendrá.

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