sábado, 3 de diciembre de 2011

sobre el Silencio...

Para que la lluvia caiga del cielo, antes el agua subió allí

No hace tanto que un día intenté descubrir lo que es el silencio… 

Está claro que todos tenemos una noción básica de que el silencio
 es la ausencia de sonidos, lo opuesto a los ruidos.

Poco a poco la sensación de silencio se fue apoderando de mí.

Hasta mí llegaron el respirar de los cardones, el ulular del viento creaba un improvisado ballet sin hojas y  sin las ramas, y más allá, algún pequeño hilo cuyas aguas, muy posiblemente escasas, no dejaban de ser bravas para golpear lo que encontrasen repicando un ritmo repetitivo pero agradable…

Pese a todo, aún no había encontrado el silencio, 
así pues me dirigí a la cima de una pequeña montaña cubierta de roca donde la vegetación era casi nula. 

A medida que el ascenso se iba produciendo, 
el viento era más fuerte y su silbido llenaba mis oídos a tal punto 
de que me fue imposible gritar para hacer sentir en una extraña 
comunión de igualdad con él…

No, tampoco encontré el silencio en las montañas...

Así pues decidí ir al mar y fue el rumor constante de las olas quienes 
me dieron una dulce bienvenida que se fue serenando a medida que el viento amainaba pero aún así, entre los peñascos que forman los acantilados, cientos de gaviotas y otras aves marinas coreaban 
sin cesar en pos de su sustento… 

Esperé a la noche cuando las aves descansasen y de nuevo el viento, acariciando la superficie del mar, enarbolaba la batuta de una extraña sinfonía que llenaba de sonidos casi hipnóticos, todo mi ser…

No, tampoco en el mar estaba el silencio…

Así pues, decidí volver a la ciudad para intentar aislarme de todo
 y entré en la casa cerrando tras de mí todas las puertas y ventanas y aún así, aún llegaba hasta mí un murmullo de esta ciudad que palpita constantemente como si estuviese viva… aislé la habitación, cerré los huecos y quise permanecer quieto para tener la sensación de silencio… 
y fue entonces cuando comencé a escuchar mi corazón que palpitaba, marcaba un ritmo que hasta entonces yo desconocía… 
mi corazón ya no palpitaba si no que simplemente susurraba tu nombre...

En un eterno silencio.


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