jueves, 8 de diciembre de 2011

Diálogo, creatividad, conversión

Diálogo, creatividad, conversión

              Tantas veces nos sorprendemos queriendo ser creativos al dialogar que olvidamos que dicha creatividad no es algo que uno controle sino que nos es dado. 

La creatividad tiene lugar cuando uno tiene una actitud de apertura ante la vida.

 Uno es capaz de abrirse a la realidad que lo rodea para ver más allá de las apariencias, 
de sus propios pensamientos. 

Un ejemplo que ilustre lo que pretendo decir sería el siguiente: uno puede contemplar en este tiempo la caída de las hojas de un árbol y decir simplemente “es normal, estamos en otoño”.

 O puede mirar más allá y maravillarse con ese hecho concreto o, 
si es capaz de dar un paso más, puede llegar a la conclusión de que al igual que los árboles se desprenden de las hojas que ya no les son útiles también una persona puede dejar muchas de las cosas que crea que 
ya no le son necesarias. 

Es éste un mensaje espontáneo que surge de la creatividad, de tener
 una actitud donde las cosas me dicen algo y ya no sólo están ahí como
 si fuesen adornos.

 Las otras personas con las que convivo se transforman, ya no son meros sujetos que llenan las calles sino que son hermosas posibilidades para aprender y disfrutar de la diferencia aparente.

                La apertura, relacionada no sólo con la creatividad sino también con la flexibilidad, favorece el diálogo. 

Si no somos capaces de dialogar tampoco seremos capaces de ponernos de  acuerdo en las cosas que nos competen a todos los seres humanos
 y mucho menos aún estaremos en disposición de proponer soluciones, caminos que podamos recorrer la gran mayoría, sobre todo aquellos que
 lo tienen mucho más difícil y se encuentran en situaciones 
de supervivencia. 

Esta apertura que favorece y permite el diálogo, como decimos, también conlleva una conversión personal. 

Si no estamos dispuestos a dejar caer, como las hojas del otoño,
 a soltar nuestros puntos de vista o, al menos, a ponerlos en entredicho, no seremos capaces de entendernos. 

Es aquí donde la conversión se descubre como un regalo creativo, como disponibilidad que favorece el encuentro de las diferencias. 

Si no estamos dispuestos, si no acudimos al encuentro desde la apertura, nuestras mejores intenciones terminarán fracasando.

 Si vamos usando nuestros puntos de vista, nuestras pequeñas verdades
y creencias como un bastón en donde nos apoyamos, difícilmente podremos dar una abrazo auténtico a dos manos, un abrazo sincero
 que nos permita descansar en el otro.

                Esta imagen del abrazo me parece sumamente esclarecedora. 

Apoyados en nuestros prejuicios y falsas creencias tan sólo podremos acercarnos al otro para darle con la mano que nos queda libre unas palmaditas en la espalda. 

Podremos ir con cierta apertura, es cierto, pero sólo si logramos ponernos en juego y conseguimos, en un esfuerzo natural y creativo, buscar
el apoyo necesario en un abrazo a dos manos terminaremos por dejar 
caer nuestro bastón. 

Es desde esta actitud, de apertura verdadera y entrega, donde sostenidos en el otro podremos intercambiar una mirada que nos confirme 
en la humanidad que compartimos y provoque el cambio, la conversión que posibilita que se abran los ojos del corazón donde no se usan 
las gafas del pensamiento encorsetado.

 El bastón está ahí, es decir, que mis ideas no han desaparecido sino que han ocupado un lugar distinto. 

Si las necesito pueden ayudarme pero yo no dependo exclusivamente 
de ellas.

 La relación nueva que establezco con estas se aleja
de la dependencia y se acerca mucho más a una relación de ayuda.

              
 Las personas somos muy distintas en la forma, el color, las costumbres, 
las creencias.

 Pero al final somos lo que somos: personas. 

Personas que se pueden abrazar, que ríen, lloran, sonríen, juegan. 

Esto es lo común, el aire que pasa por nuestros pulmones. 

Si obviamos esto y enaltecemos lo que creemos estaremos levantando fronteras transparentes que impedirán que nos acerquemos y posibilitarán que nos miremos como extraños. 

Considero que no hay que olvidar lo común para poder compartir aquello que nos enriquece por ser distinto en la forma.

                La creatividad en el diálogo origina un abrazo distinto en donde todos podemos apoyarnos en todos, en donde el cambio se apoya en el otro y tan sólo depende de mi capacidad de apertura.

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