martes, 10 de enero de 2012

Se siente DEPRIMIDO...



A los padecientes de dolor crónico se les supone deprimidos. 

No hay que molestarse en preguntarles sobre su estado de ánimo.

 Puede, incluso, que contesten que es bueno 
y que sería aún mejor si no tuvieran dolor.  

- ¿Cómo anda de ánimos?

- Bien. Si no tengo dolor me como el mundo.

- Está usted deprimido. Por eso le duele.

- No me siento deprimido.

- Bueno. No hace falta sentirse deprimido para estarlo. 

Es típico de "la depresión": su carácter oculto, su invisibilidad ... 
para el padeciente pero no para nosotros, los profesionales.

Para muchos profesionales el dolor surge del desánimo. 

Para los padecientes la relación es la contraria: 
el desánimo surge del dolor.

El organismo proyecta al individuo sus valoraciones, sus estados de ánimo, incertidumbre y pesimismo. 

El cerebro es un órgano virtual generador de decisiones perceptivas, interpretaciones, predicciones. 

Si duele quiere decir que el cerebro valora, con más o menos fundamento, amenaza de daño en los tejidos.

Si hay desánimo se puede inferir que el cerebro no quiere promover esfuerzo individual tal como están las cosas.

El programa inflamatorio, el de dolor y el del desánimo tienen 
mucho en común.

 Las moléculas proinflamatorias activan el cerebro deprimente.

 Podemos engañar al organismo administrando lipopolisacárido, una molécula de la cápsula de algunas bacterias.

 El cerebro activará el programa de sentirse enfermo.

 El lipopolisacárido engaña al cerebro.

El cerebro es un órgano falible... y cándido. 

Se le puede dar gato por liebre. 

Convencerle de que hay enfermedad o lesión sin haberla.

El cerebro deprimente está conectado con el cerebro evaluativo.

 Las ganas no son algo que el individuo pueda ponerse y quitarse. 

Se encuentra con y sin ellas, a veces conociendo las causas 
y otras ignorándolas.

El cerebro puede estar equivocado al proyectar percepciones

 Sus evaluaciones pueden ser erróneas, catastrofistas, pesimistas.

 El YO de los tejidos y el YO de la interacción con el mundo pueden estar estimados como enfermos o incapaces sin serlo. Un entorno rebosante de recursos puede valorarse como precario o adverso. 

El individuo no recibe muchas explicaciones sobre lo que percibe. 
Se siente dolorido y desanimado.
 Eso es todo. 

Si no hay enfermedad ni adversidad tangibles el cerebro
 no apaga los programas sino todo lo contrario.

 Da una vuelta de tuerca al sufrimiento para forzar la conducta de enfermo.

Muchos padecientes doloridos y agotados rehuyen la etiqueta de la depresión. 

Tienen razón.

 Ellos se sienten físicamente enfermos y necesitan una etiqueta 
de enfermedad física. 

Por ejemplo: "fibromialgia".

Hay quienes aceptan la etiqueta de "depresión" pero sólo a condición de que provenga de alguna condición biológica (genes, neurotransmisores, huesos, articulaciones...) deficiente que les exculpa de su génesis. 

Residir en un organismo pobre en serotonina, con huesos y articulaciones desgastadas, músculos sin energía... es deprimente. 

El residente se limita a ser una víctima. 

Le ha tocado la mala suerte de residir en ese deficiente cuerpo.

A muchos profesionales les convence la propuesta de las explicaciones moleculares. La depresión es un estado inflamatorio soterrado. 

Sueñan con aplicar remedios caros, sofisticados, anti-factor alfa de necrosis tumoral, estimulación vagal... 

Guerra a las citoquinas, a los mensajeros...

El individuo va perdiendo protagonismo, sentido, responsabilidad...

- No me siento nada bien y no sé por qué.

- Tiene todo inflamado. 
Huesos, músculos, articulaciones. 
Su mente también está inflamada, enferma...
 El estrés, los genes... 

Déjeme la tarjeta genómica...

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