domingo, 12 de febrero de 2012

Al principio la Noche.



Al principio existían el caos y la noche, la fiebre y el vértigo.
Cuenta la historia que la vida nació en lo oscuro.
 Sucedió sin ninguna luz que alentara la propagación del milagro. 
Y en esa oscuridad sin noticia la vida se fue recamando de fulgor,
librándose del barro inútil y del insomnio torpe.
 
Ganó en hondura, en fiereza, en la merecida posesión de su brutalidad y se abrió al caos y a la noche de Aristófanes

Al principio fue la noche con sus ciegos mecanismos de defensa, 
con su solemnidad pagana y su ternura infinita. 

Me pregunto qué hara Dios en lo más oscuro de la noche.
 Si abrazar la tiniebla es un oficio y si le gusta.
 
La noche fabrica embelecos. 
Loca, la noche conquista quimeras.
 Ébria, sin amante que la escucha ni la siembre,
 la noche es un ansia de vida reposada, una guía de amor sin truncar del todo, un vértice secreto de semilla buscando un cuerpo, 
de palabras buscando un texto. 

Pasamos la noche abrazados a la muerte.
 La pequeña, la muerte dulce sin bajas visibles ni plañideras. 
 El dormido es un muerto accidental al que la vida reclama
 para que cuente lo que ha visto. 

Yo he visto la sílaba de las cosas, el centro exacto del cosmos, 
la razón de que tengamos alma, pero después se me han perdido esas revelaciones, las he dejado en la noche, en el libro de lo oscuro.

 Allí están, anudadas, encendidas sin luz, las palabras de los hombres.
 Ahí volcamos la enfermedad y la alegría, el cuerpo al que prevenimos
 del pánico de que se nos muera y el alma que tutelamos hasta que nos deja.

Visto lo suficientemente cerca, descreer es cuestión de tiempo.
 Seguir creyendo, mantener el alma firme en la fe, es cosa de alucinados.

 El amor es el trabajo diario de quienes celebran la llegada de cada nuevo día. El amor es el texto del optimista. 
El sendero por donde mueren los que no están perdidos por dentro.
 La noche es donde los amantes arden. 
Lo hacen porque amar es un oficio de tinieblas. 

Un caballo cabalgando un páramo sin saber 
dónde pisa ni de qué huye.

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