sábado, 11 de febrero de 2012

pequeñas Historias.


Mi historia sucedió cuando viajaba en el subte
 a una hora de menor afluencia de público. 

De frente, en diagonal a mi asiento, viajaba una mujer,
 de aspecto inteligente y se  intuía que gozaba del privilegio de la amenidad. 

Y -por supuesto- lucía unos pies en unas sandalias fosforescentes (40º de calor había sido la máxima) y me había sido imposible evitar mirarlas furtivamente. 

Ella con naturalidad me preguntó:
-¿Tengo algo que modificar en mi ropa?

Sorprendido y sin argumentos le dije la verdad.
-No, no... Es que tus pies son muy hermosos.

Se iluminó su rostro.

-¿Sabes? El tuyo es el mejor halago que recibo en meses.

-Entonces afirmo mi idea de que los hombres somos algo bobos para descubrir que ustedes cuentan con reales encantos.

El Subte se detenía en una estación terminal
 en donde había combinación para el sur o norte de la ciudad.

 O ascender al Mall donde hay de todo para todos.

Te invito a un café o helados... me dijo

-Bien, Pero yo invito ahora y tú lo harás la próxima vez.

 Vamos a conversar con transparencia nuestras pequeñas o grandes verdades.

-De acuerdo. Estupendo. 

Pasamos casi una hora distendida y coloquial. 
Ingresé al umbral de su mundo y ella al mío, sin asedios ni trampas. 

Fue divertido conocer que cada uno escribía en sus propios blogs,
 aunque los suyos no sean públicos.

Desde aquí le recuerdo que me debe una invitación a un café,
 y la estoy esperando.

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