Mi calle es un charco enorme, un destiempo de azules diferentes donde navegan a la deriva mis ayeres, mis guantes de arquero, mis anteojos,
mi postre de batata y queso y mi novia del barrio.
Huele a distancia esta calle, a sal que herrumbra recuerdos, a adioses imprevistos, a estaciones invertidas, a besos interrumpidos,
a asfixias de identidades,
a desnudez de pasados.
Y aún y siempre y una vez y otra y nunca demasiado,
sueño que braceo en esa calle de agua,
que atravieso su horizontalidad sin vela, sin timón, hacia el sur,
hacia la otra orilla, que regreso a la otra calle,
a aquella de mi viaducto.
Reconociendo mis pasos en su viejo empedrado.
Todavía.

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