Con la aparición del inolvidable profesor David Bohm se llega al tramo fundamental de la revolución cuántica. Se trata ni más ni menos que de la reaparición del humanismo y de las ciencias no exactas dentro del mundo de la física, algo insólito que había estado ausente de esta vida probablemente desde los días de Galileo.
David Bohm, experto en teoría cuántica, descubridor del efecto
Bohm-Aharonov y colega de Einstein en Princeton, es uno de los pensadores más revolucionarios de la segunda mitad del siglo XX.
Su espíritu siempre joven le ha conducido a reformular el modo de comprender la naturaleza cuántica del mundo, con vistas a atender una realidad fenomenológica mayor, el psiquismo, que trata de explicar en sus últimas investigaciones.
El conjunto de su obra ofrece una cosmovisión coherente, rica y dinámica, que integra la conciencia en una unidad de energía, mente y materia.
Para Bohm, desde un punto de vista religioso, la conformación de un estado cerebral cuántico tras la acción de fuerzas no-locales, permitiría explicar la experiencia mística como la acción directa de la mente cósmica sobre una mente individual. Es un pensador con espíritu libre, capaz de captar la realidad holística del ser tal y como refleja en su obra póstuma The Undivided Universe, publicada en 1993.
La muerte le sorprendió retocando el manuscrito final.
Para empezar con Bohm, digamos que su singular importancia radica en que volvió a hacerle caso a Einstein, en contra de la corriente que se había establecido contra el sabio alemán, y comenzó a buscar las famosas “variables ocultas” que el profesor sugirió pudiera haber en las ecuaciones de Schrödinger. Pero muy a su manera.
Nadie se había atrevido a tocar las ecuaciones de Schrödinger, pues ni el mismo autor las entendía y hasta el día de hoy constituyen verdaderos diamantes del conocimiento humano.
Son sólidas, aparentemente inmutables. Bohm, sin embargo, se atrevió a intervenirlas a fondo hasta encontrar en ellas una de las famosas “variables ocultas” que sugeriría Einstein, y enfocó en forma muy novedosa
las extrañas ecuaciones.
Cuando Bohm enunció estos enfoques, ya John Bell, Alain Aspect y sus colaboradores, y docenas de ingenieros y físicos más habían logrado demostrar que en un sistema “normal” de la vida, es decir, un sistema o situación que se pueda describir con la física clásica incluida la de Einstein, es imposible que existan variables ocultas que se acomoden al enfoque cuántico. Como quien dice - corto y bueno -, la Teoría Cuántica es correcta, mi querido profesor Einstein, y Ud., con todo respeto,
está equivocado en este punto.
En física contemporánea a las cosas “normales” se les llama “locales”,
es decir, son cosas que se explican con la física tradicional y llegan hasta las teorías de Einstein.
Están aprisionadas también por la “barrera de Einstein”, la velocidad de la luz. Todo lo que vaya más allá de Einstein, incluida la cuántica,
se denomina “no local”.
Bohm se puso a buscar variables ocultas en las zonas cuánticas y misteriosas de la vida, en las zonas donde uno y las cosas existimos antes de que nos colapsen, ¡y el maestro David Bohm encontró en ese escenario cuántico las variables ocultas que reclamaba Einstein!
Einstein tuvo pues razón respecto de que a la cuántica le faltaba algo.
Pero este faltante no resultó ser de la manera como él se imaginaba, no resultó ser un faltante del mundo “real” y objetivo, o colapsado, sino que resultó ser un faltante, y bien grande, proveniente de la misteriosa zona cuántica de los universos, del vacío cuántico, del holograma universal inaprensible. Bohm denominó a este monumental hallazgo “Potencial Super Cuántico” u “Onda Piloto”, un “artefacto” considerado por muchos una bestia enteramente devastadora en el sentido filosófico y científico.
¿Pero qué le sucedió a la cuántica después
de que Bohm la intervino tan a fondo?
Nada en absoluto.
Analicemos su teoría a grandes rasgos en este post.
Nuevos horizontes
Es la obra final de un físico heterodoxo, consciente de la necesidad de abrir nuevos horizontes en las ciencias físicas para ofrecer una visión más completa y consistente de la experiencia psíquica.
Se trata de la obra de madurez que, desde la base de su archicomentada teoría de variables ocultas (1952), da consistencia matemática a sus ideas físico-metafísicas relacionándolas con el fenómeno de la conciencia.
En este artículo analizamos el pensamiento de conjunto de David Bohm en torno al fenómeno de la conciencia.
Al carecer de un modelo concreto y pautado de la conciencia, el alcance de su obra sólo puede contemplarse tras haber explicado y relacionado aspectos conceptuales sobre física, matemática, metafísica y psiquismo.
Es en la confluencia de estos frentes del pensamiento donde Bohm encuentra una propuesta ontológica que explica la conciencia como una mente individual, unificada por acciones físicas no-locales, que se mantiene
unida a una mente cósmica.
El orden implicado y el orden explicado
La característica fundamental del pensamiento de Bohm es la unidad múltiplemente conexa de la realidad.
El mundo físico posee una estructura dinámica que produce la enorme diversidad de seres y fenómenos que constatamos por los sentidos.
Es un sistema plural en continuo cambio que, sin embargo, goza de un substrato interno que lo sustenta, rige y unifica.
El conjunto de fenómenos físicos, biológicos y psíquicos que acontecen en la realidad sensible y perceptible conforman el orden explicado de Bohm.
Es la realidad temporal que los físicos describen mediante cuatro interacciones fundamentales.
Por tanto, el orden explicado está constituido por el conjunto de sucesos susceptibles de comprobación experimental por alguna disciplina científica.
Este orden explicado carece en sí mismo de una razón suficiente de ser.
Se trata de un orden contingente de la realidad que, sometido a las leyes de causa-efecto, no puede últimamente explicarse a sí mismo.
Es una realidad dada y limitada por su dimensionalidad temporal. Hablamos del continuo devenir donde se han dado la materia física,
la vida y el psiquismo.
La causalidad en física cuántica
Con sólo 35 años, Bohm escribió un tratado de teoría cuántica que llamó la atención de Einstein, su colega en la Universidad de Princeton.
En Quantum Theory no hay ninguna alusión a variables ocultas ni a fenómenos no locales. Bohm lo escribió fielmente en conformidad con la doctrina de Bohr. Fue tras dialogar con Einstein –quien ya en 1935 había publicado su gedankenexperiment de acciones no-locales– cuando Bohm publicó sus polémicos artículos sobre variables ocultas: A suggested interpretation of the quantum theory in terms of hidden variables (1952).
En el primero de los dos agradece la colaboración de Einstein.
En estos dos artículos del Physical Review, Bohm se distancia epistemológicamente de la interpretación de Copenhague acerca
de la función de onda de un sistema cuántico.
Niels Bohr desatiende los procesos físicos que subyacen al resultado experimental obtenido en un aparato de medida. El fenómeno científico es un epifenómeno que no debe ser explicado por causas subyacentes.
Tan sólo es legítimo describir estadísticamente un sistema a partir de su función de onda y aceptar el salto cuántico que demarca el antes
y el después de la medida.
Con su postulado de elementos de realidad adicionales, Bohm pretende construir un modelo causal explicativo de los sucesos cuánticos.
El uso estadístico implícito en la cuántica de Bohr no es algo inherente a la propia realidad sino, más bien, a nuestro desconocimiento
de las hipotéticas variables ocultas.
El holomovimiento causal
En La totalidad y el orden implicado detalla una construcción metafísica
de la estructura ontológica de la realidad.
Tras renovar los cánones epistemológicos de las teorías clásica y cuántica, Bohm se adentra en las profundidades de la realidad que hacen aflorar
los objetos cuánticos y su manifestación macroscópica.
La teoría de variables ocultas conduce a un estrato de actividad cuántica causal, fluctuante e incontrolable.
Es el hábitat natural de las partículas cuánticas sometidas a complejos campos cuánticos que producen su extraño comportamiento físico.
En este frenesí de dinamismo cuántico emergen las estructuras estables
e individualizadas del régimen clásico.
La acción dinámica conjunta de esta actividad cuántica genera
el orden clásico de los fenómenos físicos, biológicos y psíquicos.
Más allá de lo cuántico Bohm se cuestiona el fundamento ontológico de su teoría de variables ocultas. El orden campal cuántico es consecuencia del dinamismo esencial de un substrato subcuántico.
La física cuántica es el resultado del movimiento
holístico del orden implicado.
Los fenómenos como estructuras
Lo físico, el orden explicado, es el producto consecuente al desdoblamiento de una actividad primordial plegada en un orden ontológico primario.
Los fenómenos son las estructuras, más o menos individualizadas, que han surgido tras el despliegue ordenado de un orden implicado campal y holístico.
En síntesis, toda la realidad explicado-implicada es la existencia promovida por un fondo de energía en incesante actividad, un holomovimiento causal que todo lo genera y sustenta. Este movimiento holístico incluye también una dimensión psíquica de la materia. Es un todo dialéctico de energía y mente que causa el orden explicado físico y psíquico.
Pensamiento y conciencia
Tras el encuentro intelectual con el filósofo oriental Jiddu Krisnamurti, Bohm se percata del complemento metafísico a su teoría física y comienza a preguntarse por la explicación científica de la conciencia. Ambos pensadores se encontraron por primera vez en 1961. Fruto de sus diálogos han surgido diversas publicaciones. Destacamos: The ending of time (1985),
El futuro de la humanidad (1987) y Los límites del pensamiento (1999).
Bohm distingue entre pensamiento y conciencia.
El pensamiento es la facultad mental adquirida y consolidada que rutinariamente nos permite actuar adecuadamente en un medio. Lo constituyen tanto el conjunto de destrezas físicas como psíquicas. Es el modus operandi ordinario. El pensamiento habilita un proceso psíquico para construir una imagen coherente del mundo, útil para la supervivencia.
El pensamiento es el resultado de la acción conjunta de la mente y las percepciones. La mente abstrae las estructuras estables de la totalidad y las dota de una existencia independiente.
Es así como distinguimos los objetos físicos. Las percepciones son constantemente ordenadas por el pensamiento y adecuadas al marco epistemológico previamente construido.
Podríamos decir que, habitualmente, percibimos lo que pensamos.
Percepción directa
Sin duda, actuar conforme al pensamiento supone un comportamiento individualista en tensión con el de otros individuos.
Como fruto de este modo psíquico de acción se producen todas diferencias
y fragmentaciones que observamos en nuestras sociedades.
En On Dialogue (1997) se recogen una serie de conferencias que buscan paliar este mal disgregador, a partir de un nuevo funcionamiento de la mente: el pensamiento consciente o conciencia.
El pensamiento es limitado por definición al tratar con abstracciones de una realidad global en sí misma.
La conciencia es el modo complementario del funcionamiento psíquico.
Es capaz de percibir sin la habituación cultural propia del pensamiento.
En el pensamiento consciente es posible contemplar la realidad directamente, sin mediaciones, y lograr percibir la realidad
en su conjunto tal cual es.
La conciencia, en definitiva, es la capacidad de la mente para percibir directamente. Es la dimensión psíquica que nos abre a lo nuevo y, por tanto, es fuente de creatividad. La originalidad propia del modo consciente del psiquismo permite romper con la superficialidad del pensamiento y sumergirse en las profundidades ontológicas de la realidad.
Mente individual y mente cósmica
Gracias a la conciencia el hombre puede religarse a la realidad en su conjunto. Más allá del pensamiento funcional, la conciencia permite contactar directamente con el fundamento dinámico del ser.
El origen causal de la conciencia lo sitúa Bohm unido a la causa primordial del ser: una mente-energía cósmica que todo lo fundamenta.
De la mente cósmica emerge todo el orden explicado psicobiofísico.
Es el origen del ser, material y psíquico, que posibilita
el pensamiento consciente.
El hombre es una mente individual.
Es un ser material individualizado con capacidad para percibir conscientemente la realidad última. Fundamentado en la mente cósmica originaria, el hombre es un ser material psíquico con relativa independencia del todo capaz de sentir físicamente y pensar conscientemente la realidad.
Como sujeto autónomo el hombre puede aislarse de la dinámica cósmica y funcionar en un reducto de la creación con el modo pensamiento.
El pensamiento, básicamente algorítmico, es suficiente para subsistir con relativo éxito en nuestra sociedad. Sin embargo, el hombre, como mente individual ligada al cosmos, está llamado a un comportamiento
consciente superior.
La mente cósmica es una presencia agente constante.
La mente individual es susceptible siempre de ser activada conscientemente y salir del modo pensamiento. La conexión entre la mente cósmica y la mente individual produce, según Bohm, la experiencia de la percepción directa consciente. El hombre se hace consciente de su dimensión psíquica superior y alcanza una visión más íntegra y ajustada de la realidad global.
Es el denominado insight, percepción directa o contemplación consciente.
El holomovimiento consciente
La física de Bohm es profundamente ontológica. Su concepción de la conciencia es psicobiofísica y holística. Es la acción de la mente cósmica sobre las mentes individuales; pero Bohm trata de integrar este espíritu cósmico en la dinámica causal del orden físico. Hablamos, pues, de una misma realidad ontológica de materia-energía y conciencia.
Todo es el resultado de la acción dinámica
de un solo todo de energía-mente.
El orden psicobiofísico explicado y el orden implicado son parte últimamente indiferenciada de un todo material consciente que lo causa.
Para Bohm, este movimiento global coherente, es el fundamento causal de todo ser, orden y estructura. El holomovimiento es la realidad última.
El holomovimiento es materia-conciencia en movimiento. Desde el orden implicado la incesante actividad psicofísica emerge hacia órdenes cada vez más explicados hasta constituir el ser consciente fenomenológico.
El fenómeno de la conciencia es, pues, la esencia desplegada de mente y materia. Cada ser consciente es una realidad material con actividad psíquica, capaz de explicitar las propiedades intrínsecas
del ser último de mente y energía.
La teoría no-local de la conciencia
La conciencia es el elemento integrador que dota de unidad a cada ser.
El ser consciente se percibe como una unidad de materia y psiquismo.
Un solo ser, un sujeto psicobiofísico.
La conciencia es un fenómeno emergente.
El cerebro es una estructura material susceptible de generar conciencia.
La ordenación adecuada de la masa cerebral a través de interacciones físicas produce la experiencia consciente.
Bohm propone que al igual que la materia genera estados macroscópicos de coherencia cuántica, el cerebro podría aprovecharse de estas propiedades físicas y cohesionarse formando un todo.
Esta hipótesis científica requiere buscar interacciones físicas no-locales tipo Aspect-Bell que, ajustadas al cerebro, permitan engarzarlo cuánticamente.
Del mismo que un conjunto de partículas pierden su identidad al formar un sistema cuántico coherente, las interacciones cuánticas no-locales harían que las neuronas dejasen de comportarse como elementos individuales en favor de una sinergia neurológica.
Posible explicación de la experiencia mística
Este comportamiento holístico del cerebro explicaría mejor el conjunto de fenómenos relativos a la experiencia intersubjetiva consciente.
Para Bohm, desde un punto de vista religioso, la conformación de un estado cerebral cuántico tras la acción de fuerzas no-locales, permitiría explicar la experiencia mística como la acción directa de la mente cósmica
sobre una mente individual.
Aun conscientes de que no existe constatación experimental de esta teoría no-local de la conciencia, sin duda, la propuesta de Bohm es una tentativa científica para explicarla físicamente.
La conciencia, como fenómeno indubitable presente en el mundo físico, precisa ser explicada científicamente.
En el futuro, como ya pasa en la actualidad, la teoría física de la mente abrirá nuevos posibilidades de diálogo entre ciencia y religión.
Las propuestas especulativas de Bohm representan un hito en la historia,
ya clásico, de este diálogo de la física con la metafísica hacia una dimensión física fundante donde muchos atisbarán, aunque no necesariamente, la presencia de la Divinidad.