lunes, 21 de mayo de 2012

Yo... un fantasma feliz.


Y si me muero hoy, seré el fantasma feliz, 
e iré persiguiendo y asustando a las monjas en el patio de su convento; correré por las transitadas calles sobre la gente y los autos y nunca necesitaré un paraguas en la lluvia.
 Despertaré cada día en un parque diferente y las atrocidades de las calles, 
las podré perdonar porque un fantasma feliz no tiene derecho a protestar.
El tiempo se acerca, el momento de ser un fantasma; cada día se aproxima más y más, y cuando el sol se apague, me pregunto si tendremos que pagar por lo que hemos sido; pero mientras tanto, si muero hoy, 
seré el fantasma feliz… 
Y podré hacer todas las chiquilladas que se me antojen; 
podré entrar a cuanto evento se me ocurra y presenciar cuanto espectáculo exista, o bien podría convertirme en el ángel de la guarda de algún desesperado indigente; o acaso veré a alguien importante, alguien querido y querré regresar para preguntar por cuánto tiempo me seguirían recordando,
 o si me seguirán llamando por las noches… 
¿O es que pronto olvidamos las cosas que no podemos ver?