martes, 26 de junio de 2012

aquel Tren...


No solemos conseguir todo lo que queremos,
 pero sí queremos todo lo que conseguimos.

Llegaba con el tiempo justo a la estación de trenes… 
El viaje en tren, por muy modernos que estos fueran, siempre son especiales, pues siempre me traen a la memoria aquellos viajes de antaño, 
en la misma estación, donde la gente llegaba con valijas de cartón atadas
 con cuerdas y repletas más de ilusión y sueños que de de cualquier otra cosa… o cuando regresaban, con la misma valija, prácticamente vacía y con algo
 de decepción y dolor… un punto de inflexión en la historia de tantas y tantas personas…
El viaje en tren, nunca ha dejado de ser mágico… 
horarios rígidos en la partida y no tanto en la llegada…
 paisajes que se mueven tras las ventanillas… 
horas de incomodidad en un asiento rígido… 
compañeros silenciosos e indiferentes…
 No, antes los compañeros no eran así… conversaban, compartían lo mucho
 o lo poco que guardaban en el equipaje… prácticamente todo… 
pero lo demás, casi no ha variado.
Compré el pasaje y recorrí los andenes buscando mi tren… 
la hora se acercaba y el tren, saldría, como siempre, puntual… 
busqué el andén… el tiempo de la partida estaba rozando
 ya el segundero… corrí… 
El tren estaba montado y los motores provocaban un cierto temblar 
en toda la estructura del largo convoy… desde fuera, 
se podía ver a los pasajeros que se asomaban a las ventanillas
 como en un último intento de recordar dónde estaban…
 cómo si la despedida no fuese con las personas si no de mucho más….
Por fin encontré mi vagón…
 entré un tanto precipitadamente empujado por la prisa y comencé a mirar,
 al igual que el resto, por las ventanillas… 
todo lo que me era conocido, quedaría atrás…
Me senté en mi asiento y cerré los ojos para descansar…
 alguien me preguntó: “¿Dónde se dirige???”.
 No pude por menos que sonreír…
 “al mismo sitio que usted… a vivir”