Deja su maletín desvencijado sobre una mesa descolorida, agrietada,
y lo abre como si de un rito se tratase.
Se sienta frente al espejo ennegrecido, rayado por el paso a través de él, de incontables rostros desconocidos, anónimos.
Apenas puede verse.
-Eres espejo porque te miro- rezonga malhumorado.
Y se mira y ve una mirada melancólica, húmeda y pesada como la arena en bajamar. Debajo de los ojos las ojeras profundas delatan muchas noches de insomnio y tristeza, quizás de lágrimas, dando un aspecto mortecino,
apagado a su cara.
-¿Qué hago yo aquí ya?¿ Qué caústica ironía me mantiene en este oficio maldito? ¿Por qué sigo?
Sencillo: no soy capaz de abandonarte, marcharme significaría que te olvido
y no puedo.
Baja sus ojos, recorre el espejo y observa su sonrisa entumecida en un rictus estático. Tiene cirrosis en el alma y la bilis amarga su boca.
Un sabor metálico, que se ha instalado en el paladar, impide más gestos que el de esta desolación ácida.
Su amor, su compañero de circo, de oficio, de libreto, por el que entró en este mundo hace tiempo que no está.
La vida le ha ganado, mejor no, la muerte es la que le dio el golpe certero, dejándole tumbado sobre el ring de la historia.
Nada tiene ya sentido, él ha muerto.
-“Nos haremos payasos, clowns, que suena mejor, así viajaremos y viviremos juntos, no habrá problemas; con el maquillaje nadie nos reconocerá, será una aventura continua y sin miedos.
Seremos Chester & Lucky, los payasos Chester & Lucky.
Tú harás los guiones, sabes escribir y adivinas a la gente, conoces lo que gusta, por eso y por más, te quiero”
Y lo hicieron, fueron payasos durante veinticinco años y ahora… no está.
Una herrumbre oxidada de pena cubre su cargado maquillaje formando parte de una máscara anticipada a su propia muerte, la peluca apolillada
de mariposas noctámbulas se desmorona modelando una corona patética
y su traje descolorido es una mortaja macabra.
Sigue hurgando en la maleta despacio, como si tuviera miedo de encontrar en ella toda la soledad hiriente de su amor en hibernación durante tantos años. Extrae tubos, cajas de polvos, lápices negros como su alma y se pinta,
se maquilla exageradamente con brochazos intencionadamente provocadores. Nota su piel áspera.
Fuera, en las gradas, ya se empiezan a escuchar sonidos, voces, risas y música. ¡Qué cruel el contraste entre el silencio, casi litúrgico de su tristeza mientras se embadurna la cara y el alma y la algarabía que entra ,como un ejército invasor, atravesando sus defensas sin piedad!
Esperan de él que provoque sentimientos que no tiene, que en realidad nunca ha tenido y que maldita sea su estampa ¿para qué?
-Soy viejo y estoy cansado.
En la pista del circo ya se escucha al presentador con su vocerío insistente y falso, va presentando las maravillosas atracciones del CIRCO AMADEUS.
-¡!!Señoras y señores, niños y niñas, público en general ¡¡¡¡
Con todos ustedes el magnífico ,el inconmensurable, el único….
¡¡¡EL GRAN CHESTER¡¡¡