Hay una verdad universal que nadie puede negar:
a este mundo llegamos solos y partiremos de él de la misma manera.
Así y todo, es una gran ironía que le tengamos tanta aversión a la soledad.
Es entonces cuando muchos de nosotros eligen rodearse de gente para
no quedarse solos... con ellos mismos.
Pero lo que más debería importarnos es que en el camino podemos encontrar seres que nos van a acompañar de diferentes maneras.
Algunos se quedan, otros pasan como una estrella fugaz.
Algunos nos transforman para siempre porque nos tocan el alma.
Otros nos hacen pedazos el corazón, nos trauman, nos paralizan,
nos implantan un miedo ridículo a seguir abriendo la puerta a quienes
pueden cambiarnos la vida.
Y el tema es que podemos ser muy cobardes.
Hemos adoptado esa manía patética de “hacer de cuenta que” para no
“dar la idea de que”, para “seducir”, para “histeriquear”…
Y mientras tanto, los granos de arena siguen cayendo
y no hay forma de que vuelvan atrás.