El aire tiene un códice que desafía el leve crepúsculo que viene,
alarga el sueño bajo su contorno de plumas y en su destino,
riza los círculos elásticos que la corriente ignora.
El espíritu del torbellino se desprende de la pureza con un relieve extraordinario, parece volar comunicando reflejos de tinta transparente.
La lentitud de la mano con su ritmo burlesco hace que pierda su transparencia y, el aire se organiza despeinado sin salir de su cubierta, está exprimido en el puño que se cierra.
Amanece, y el aire frío juega con las quebradas de la calle.
Las palabras del hombre se fijan en proporción al aliento
que se extingue.
Una pausa y se refuerza la descarga muscular,
escalando metafóricamente los labios para acogerse
a la progresión indefinida de las sílabas fugitivas...
(de algún autor... me gustó)