Baño con la mítica crema del espasmo que aunque más no sea, sirve para apañar la dulce magia de los bordes nubosos modelados a destiempo en tu cordón mayor.
Acuso a mis sentidos, siempre traidores, en la profana y recurrente lujuria de verbos encarnados sin más reproches que vagos suspiros de aires mentidos solo a tu favor.
Declamo con la urgencia de la excitación esos síntomas de perdón
cuando solo rebusco en las fauces de tu trueno manso.
cuando solo rebusco en las fauces de tu trueno manso.
Ironizo las proezas falsas al público obsecuente envuelto en aplausos previsibles y muero de a ratos, expectante a tu silencio.
Fricciono hasta el ardor.
Descanso.
Redoblo la apuesta y enfrento confiado por que sé que estás.