Aburrido de ver el mismo cielo
(ese espacio fingido de la nada),
con fuerza inusitada
Dios arroja su vara contra el suelo;
con espuma de barro y terciopelo,
al embrujo de aquella magrugada,
en un acto de alquimia delicada
le dio forma carnal a su desvelo;
el novato animal frente al abismo
del tiempo y su constante,
avanza, retrocede, trastabilla,
se para ante el espejo de si mismo,
maldice ser Adán y en ese instante
se arranca por amor una costilla.
Del libro Oceanario.