martes, 5 de marzo de 2013

Su forma...



La forma del tiempo se deslizó con suavidad sobre la mesa.
 Resbaló tratando de pasar desapercibida, pero sus ojos ya la habían detectado.
Así pasa el tiempo, se apodera de nuestras vidas, las consume, las corroe, las destruye. Como siempre que la veía pasar delante suyo, intocable, suspiró: 
Si sólo pudiese agarrarla, detenerla, atraparla entre las manos.
Despegó el brazo con lentitud. La forma del tiempo seguía fluyendo, ondulante afectaba todo a su alrededor, inevitable. Sus manos llegaron hasta la frontera entre el infinito 
y la temporalidad terrenal. Sus dedos resbalaron por debajo. 
La levantó de un extremo sin dificultad, la plegó formando un doblez que adquirió un brillo azulado en el borde; continuó plisando la forma del tiempo hasta lograr un diamante de apariencia incorpórea que despedía un halo celeste sinuoso 
y perdía su luz a los pocos centímetros.
Agarró la gema, con el corazón repicando en el pecho. 
Sobre las palmas de las manos la alzó delante de sus ojos; a su alrededor una inmovilidad gris negruzca se cernía, abrazando el aire sin tiempo ya, gangrenando
 la existencia con la intemporalidad que había creado.
Sonrió, movió la cabeza afirmando algo que solo él escuchaba. 
Puso la forma del tiempo en el bolsillo de su saco... Breves pero no tan breves.