Entreabrió la tapuer del conventillo
y la encontró desnuda con el quía,
si parecía un nudo, parecía,
de cuello con tobillo;
con el dedo en la punta del gatillo
tiró con enconada alevosía,
cuatro balas de curda puntería
enlutaron el ancho del pasillo.
Desde un cielo de zinc, la luna rea,
con rango de albacea,
tembló desde el eclipse de sus huesos,
él, con fulo dolor cargó el bufoso,
desabrazó a la mina de aquel coso
y se voló la tapa de los sesos.
Del libro De diluvios y andenes.