miércoles, 18 de septiembre de 2013

De destierros y soledades


Después de su destierro involuntario,
Eva boga al garete,
Dios se ha vuelto de pronto un adversario
que se cansó de Adán y su juguete;
nadie quiso salir de intermediario
ni torcer la sanción del Gran Bonete,
que esgrimiendo su rol de propietario
los echó del Edén y del banquete.
En medio de la mar los fugitivos
se ufanan de estar vivos
y encaran la aventura del mañana;
—La culpa fue de Dios, dicen a coro,
no tocamos ni un céntimo del oro,
apenas si mordimos la manzana.

—Será si así lo quiso.
¡Qué grande va a quedarle el Paraíso! 

Del libro Oceanario