viernes, 13 de septiembre de 2013

Mi vecina... (30492)


No lo podía consentir y, sin que ella me lo pidiese, le ofrecí mis servicios a cambio de un café y una buena conversación diaria. 

Aceptó y me hice cargo de sus problemas.

 La primera actuación que acometí fue redactar una carta al banco para que revocase su embargo bajo amenaza de demanda.

 Le siguió la advertencia que le lancé a su antigua pareja de que abandonase la persecución a la que la sometía. 

Y para finalizar el primer día le compré un muñequito a su bebé, que le devolvió la sonrisa y como si de un espejo se tratase, logró encender mi cara de alegría. 

Así, durante semanas, al regresar del despacho, compartíamos horas de buena compañía y brindábamos por la mengua de sus quebraderos de cabeza.

  Sin duda, obtuvimos un buen lucro los dos.

 Y ahora el problema es mío: no sé cómo declararle mi amor.