
Yo, la verdad, soy un fantasma lamentable.
No tengo sábana, lo que dice muy poco a favor de mi calidad fantasmal. Pero es que además, no tengo título homologado.
No sé cómo empecé a ejercer en tiempos tan confusos.
El caso es que tampoco tengo una voz atronadora, capaz de infundir pavor.
Creo recordar que una vez asusté a alguien y luego le presenté toda clase de disculpas.
Me parece que tendré que ponerme a estudiar con fundamento si quiero sacar algo en claro de este oficio fantasmático.