
Era una fila de hormigas que transportaba el universo. Desde hacía generaciones lo cargaban en pequeñas dosis a sus espaldas y se lo llevaban a su profundo hormiguero.
Un día se preguntaron, agotadas por el esfuerzo, ‘¿Ya cabrá todo el universo en este hormiguero?’ Y entonces la Hormiga Reina sacudió sus antenas y les dijo: “El Universo, amigas, no es grande ni pequeño, y bien puede caber entero entre sus mandíbulas”. Luego siguieron arrastrando migas de universo y acomodándolas en las galerías oscuras de su castillo de arena.
Las hormigas obedecían con devoción a la reina madre, pero no dejaban de hacerse preguntas, siempre inquietas. “¿Y cuando lo hayamos reunido qué? ¿No tendremos que volver a ponerlo donde estaba?”. Y una vez más, la sabiduría de la Reina habló y les dijo:”El Universo no tiene hogar ni lugar, sino que existe donde se le experimenta”.
La fila interminable de hormigas trabajaba sin descanso y de nuevo volvió a tener una pregunta importante que hacer: “El Universo es infinito, ¿Cuándo vamos a terminar nuestra tarea?” Y por tercera vez, la Reina, levantó sus gigantescas antenas con dulzura, hizo silbar sus mandíbulas y por todas las galerías del hormiguero pudo oírse su respuesta: “Pueden terminarla ahora, si quieren. Pero si el Universo se detiene, ¿dónde tendrá lugar la experiencia?”
Adolfocanals@educ.ar
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