jueves, 24 de abril de 2008

Palabras emotivas.


Descubro en mi vida innumerables sucesos plagados de mensajes, muchos de los cuales no se presentan de manera simple y directa, sino, por el contrario, constituyen un entramado muy particular que para significar algo deberán ser descifrados.

Siempre me llama la atención cómo la cultura presenta canales de comunicación y se crea otros alternativos (algunos hasta insólitos) cuando existen verdaderas ganas de anunciar algo.
Es recurrente en mí ocuparme de estos asuntos; sobre todo porque me apasiona aquello que tenga que ver con los caminos que algunos sectores de la sociedad emprenden a los fines de expresarse. En su momento he traído a colación historias mínimas que pude hallar en los troncos de los árboles y en las puertas de los baños públicos, omitiendo incluso otras que aprecié desde algún pasacalles o desde las paredes de alguna institución.

En el día de ayer, dos sucesos más se sumaron a esa lista subjetiva que recreo a cada instante como parte de un universo propio.

Mientras acomodaba algunos pesos en la billetera, ubicando los billetes del mayor valor hacia el menor, y de atrás para adelante, con la cara de los próceres (?), advertí que el de $2 tenía una inscripción sobre el margen izquierdo y debajo del número que le otorga su valor de cambio. Con lapicera azul y zigzagueante trazo, que daba cuenta de una desproporcionada (aunque no desprolija) letra imprenta, se leía: "Patricia, perdonáme". Lo volví a ver a contraluz, tratando de convencerme de si era cierto lo que estaba viendo. Y efectivamente sí lo era.

Traté de recordar el trayecto de ese billete. Y descubrí que me lo habían dado hacía un rato, bien temprano a la mañana, en un vuelto de un billete más grande.

Luego pensé en Patricia, la damnificada, imaginándomela como una persona de convicciones firmes, alguien difícil de tratar, o quizás siendo todo lo contrario, esto es, una persona amante de las sorpresas, permanentemente cultivándose en su capacidad de asombro, de manera que las disculpas a través de un billete bien podrían hablar de alguien inaccesible como de alguien susceptible a ser seducida por lo creativo, original e inusual que, en este último caso, garantizarían el perdón deseado.

Nótese los alcances que pretendió establecer la persona que apeló a las disculpas. Lo hizo a través de un billete de mucha circulación, ansiando en su propio recorrido la esperanza de que alguna vez llegue a manos de Patricia. No resultaría osado pensar, también, que si este sujeto tuviera tal costumbre, confesara sus secretos en billetes de color violeta: los de $100, salvo raras excepciones, no son de uso cotidiano, de manera que pocos se enterarían de lo que a través de ellos se anuncie; y esto al menos por dos razones: una, la ya citada poca difusión, y la otra porque el uso de ese valor estaría destinado a otros tipos de gastos que desvían la atención hacia lo que podría llamarse lo más mundano.

Pero el día continuó, y por la tarde, tras el almuerzo, me detuve en el kiosco, cuando una muchacha se apareció delante mío, diciéndome: "¿precisas algo, corazón?". Por suerte fue la muchacha y no el flaco que todos los días me atiende, hoy la duda sería otra...

La quedé observando sorprendido, y supongo que mi mirada denunciaba mi asombro ante el apelativo de corazón, que de por sí genera un sentimiento de proximidad muy poco usual (por no decir inédito) entre los desconocidos.

Simplemente le dije... un Marllboro común por favor...

Mientras pensaba que a lo mejor se trataba de una exitosa estrategia de venta, tuve ganas de decirle que sí, que necesitaba algo: un Diovan-D

Luego preferí marcharme en silencio, solamente declarando propias verdades a través de mi ver..

adolfocanals@educ.ar



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