Érase ... la historia de un beso.
Pero no se trataba de un beso cualquiera, no. Se trataba de un beso no dado. Era pequeño, cautivador, sensual, recién nacido en unos labios de mujer, gracias a una pregunta, que, encerrada en una conversación entre una mariposa y un viajero, fue escuchada por una estatua.
La pregunta, sencilla pero directa era la siguiente:
¿Dónde van a parar los besos nunca dados?
Nuestro beso, todavía recién nacido, no tenía muy claro donde iban a parar esos besos. De hecho, nunca había oído hablar de ese tipo de besos.
Antes de nacer, una suave brisa le había contado que los besos son muy especiales, y que los había de muchos tipos. Pero nada acerca de besos no dados.
Y el beso, nacido de esta pregunta, se puso a pensar y a pensar.
Sabía que los besos nacían en labios de las personas, y que se entregaban a otras. Sabía que los besos que se daban podían ser de muchas clases, porque así se lo habían contado. Pero por más que trataba de recordar que ocurría con los besos no dados, no lo conseguía.
Siguió pensando, mientras escuchaba la conversación entre el viajero, la mariposa y la estatua. Alguien dijo que los besos no dados se quedaban en el olvido, con lo cual, pensó nuestro beso, el beso en sí, no existe.
Alguien le replicó que los besos no dados quedaban suspendidos en el tiempo, y eso le intrigó. ¿Cómo podía ser eso de vivir suspendido en el tiempo? Era una especie de querer y no poder ofrecerse.
A lo cual, el tercer personaje, el viajero, dijo que los besos no dados se guardaban en un lugar secreto para poderse dar con más intensidad en un futuro. Y esta explicación le convenció, aunque se quedo dubitativo, pensando en que, mientras tanto, ¿dónde se quedaba él?
Cuanto más hablaban de esos besos no dados, más ganas tenía nuestro beso de ser dado.
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Y ahora, tenemos tres finales posibles para este cuento corto...
Primer final:
Pensó que quería ser un beso entregado con pasión entre un hombre y una mujer, el beso que se espera, que se ansía, y que tarda en llegar. Un beso profundo, latente, lleno de suspiros y caricias.
Un beso no dado, que tal y como decía el viajero, esperaba su momento para ser dado con mayor intensidad.
Segundo final:
Quería ser un beso dado con ternura, como el de un padre a su hijo pequeño, después de un baño, en mitad de la frente, sintiendo el vapor del agua caliente, y las cosquillas debidas a las risas.
Un beso en forma de soplido en mitad del ombligo, sintiendo como éste se movía arriba y abajo, debido a las risas.
Tercer final:
Si pudiera elegir, le gustaría ser un beso de esquimal. Dado de manera completamente distinta a como le habían enseñado, y comentado.
Frotando suavemente la nariz con la de la pareja.
Aunque tampoco le desagradaba nada ser un beso volado, dado con todo sentimiento, soplando por encima de la mano, y llegar, volando hasta la otra persona.
Todos somos un poco un beso sin dar, cual te gustaría ser?
adolfocanals@educ.ar
Pero no se trataba de un beso cualquiera, no. Se trataba de un beso no dado. Era pequeño, cautivador, sensual, recién nacido en unos labios de mujer, gracias a una pregunta, que, encerrada en una conversación entre una mariposa y un viajero, fue escuchada por una estatua.
La pregunta, sencilla pero directa era la siguiente:
¿Dónde van a parar los besos nunca dados?
Nuestro beso, todavía recién nacido, no tenía muy claro donde iban a parar esos besos. De hecho, nunca había oído hablar de ese tipo de besos.
Antes de nacer, una suave brisa le había contado que los besos son muy especiales, y que los había de muchos tipos. Pero nada acerca de besos no dados.
Y el beso, nacido de esta pregunta, se puso a pensar y a pensar.
Sabía que los besos nacían en labios de las personas, y que se entregaban a otras. Sabía que los besos que se daban podían ser de muchas clases, porque así se lo habían contado. Pero por más que trataba de recordar que ocurría con los besos no dados, no lo conseguía.
Siguió pensando, mientras escuchaba la conversación entre el viajero, la mariposa y la estatua. Alguien dijo que los besos no dados se quedaban en el olvido, con lo cual, pensó nuestro beso, el beso en sí, no existe.
Alguien le replicó que los besos no dados quedaban suspendidos en el tiempo, y eso le intrigó. ¿Cómo podía ser eso de vivir suspendido en el tiempo? Era una especie de querer y no poder ofrecerse.
A lo cual, el tercer personaje, el viajero, dijo que los besos no dados se guardaban en un lugar secreto para poderse dar con más intensidad en un futuro. Y esta explicación le convenció, aunque se quedo dubitativo, pensando en que, mientras tanto, ¿dónde se quedaba él?
Cuanto más hablaban de esos besos no dados, más ganas tenía nuestro beso de ser dado.
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Y ahora, tenemos tres finales posibles para este cuento corto...
Primer final:
Pensó que quería ser un beso entregado con pasión entre un hombre y una mujer, el beso que se espera, que se ansía, y que tarda en llegar. Un beso profundo, latente, lleno de suspiros y caricias.
Un beso no dado, que tal y como decía el viajero, esperaba su momento para ser dado con mayor intensidad.
Segundo final:
Quería ser un beso dado con ternura, como el de un padre a su hijo pequeño, después de un baño, en mitad de la frente, sintiendo el vapor del agua caliente, y las cosquillas debidas a las risas.
Un beso en forma de soplido en mitad del ombligo, sintiendo como éste se movía arriba y abajo, debido a las risas.
Tercer final:
Si pudiera elegir, le gustaría ser un beso de esquimal. Dado de manera completamente distinta a como le habían enseñado, y comentado.
Frotando suavemente la nariz con la de la pareja.
Aunque tampoco le desagradaba nada ser un beso volado, dado con todo sentimiento, soplando por encima de la mano, y llegar, volando hasta la otra persona.
Todos somos un poco un beso sin dar, cual te gustaría ser?
adolfocanals@educ.ar
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