
En algún momento comenzaste a soñar que todo lo bueno no te está prohibido, y a despertarte protestando porque las cosas no estaban donde creíste que las habías dejado. Hasta que te acostumbraste a que las cosas estén en su lugar, donde todos las vean. Pusiste un telón y sin embargo todo se te hace presente desde afuera. Lo que modelaste con tanto trabajo todo este tiempo ¿te animarías a soplarlo y a ponerle nombre? No, no podrás imaginarte en las manos de un títere. Tanto trabajo, para que todo se presente en el tiempo debido y siempre inesperadamente, casi sin palabras. Tanto futuro imaginado, tanto creer que todo lo que brota está convenientemente catalogado. Tantos modos gramaticales que despliegan futuro que para qué abrir la ventana y que la luz disuelva lo que se armó en las noches sin dormir. Todo ese amontonamiento de trapos negros y nunca te imaginaste aquí y ahora hablando de frente a cara limpia, con el pelo recogido y esa forma de acomodarte los lentes con el dedo, disfrutando el buen tiempo, con toda la piel apoyada contra el piso a plena luz; pero ya vas a volver a casa con un frío que vas a ver. Y ahí afuera eso que insiste e insiste. Es persistente, y nunca deja las cosas en su lugar, aunque al final es lo mismo, y te cuesta tanto trabajo que lo único que estás esperando es volver a casa, abrir la ventana y volver a soñar.
Adolfocanals@educ.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario