viernes, 30 de mayo de 2008

Aprenderé a caminar a tu lado.


Me gusta caminar a tu lado. Así, ves? A tu lado. No delante como un fuego apresurado, como un incendio impaciente. Me gusta que camines a mi lado, a la misma velocidad. Ya sé que tus pasos son más corto, que mis grandes zancadas son el doble que las tuyas, pero caminar a tu lado, es lo que quiero.

Si camino delante tuyo tengo que parar de vez en cuando para ver por dónde vas, y entonces mi instinto es el de apurarme, pero por qué tengo que apurarme si no estamos atrasados para nada, si el sol va a seguir poniéndose con o sin nosotros en frente, si la tarde se desliza suavemente, por qué apurarme?

Me gusta conversar mientras caminamos? Claro, puedes contarme lo que quieras, puedo contarte yo también lo que sienta. Podemos simplemente mirar cómo se va oscureciendo despacito el azul, cómo se inflan y se iluminan las nubes algodonescas en el cielo. P Podemos solamente compartir el silencio mientras todos los colores del día se pintan en el aire, mientras escuchamos los suspiros de la tarde, los pedacitos de noche que se van despertando. Pero claro, no siempre, algunas veces son necesarias, imprescindibles, precisas. Propias, esenciales, vitales… claro, uno tiene que aprender cuándo son ineludibles y cuándo dispensables; ya lo irás aprendiendo, no me apresuro, deja que el tiempo te enseñe, deja que la tarde te azule, te contagie, te abrace.

Pero por mientras, ven y camina a mi lado, no yo delante tuyo como un fueguito atolondrado, camina a mi lado, despacio y serena. Camina a mi lado y quizá una de estas tardes, en un instante inaplazable, te provoque colgarte de mi mano, como un impetuoso solcito enamorado.

Aprenderé a caminar a tu lado.

Adolfocanals@educ.ar

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