viernes, 2 de mayo de 2008

Comencé a saber que ...



Sorbo un resto de café y, al despegarme de la taza, te observo frente a mí sentada. Tiene algo de eterno este modo en que me acaricia la vida cuando me detengo y te contemplo, cuando también me miras y advierto en el brillo de tus ojos una belleza atemporal y única. Es como si un instante de eternidad se hubiera suspendido en el fondo de tus pupilas... simplemente te miro.
Dejo la taza en el plato sin perder tus silencios y me arrobo en tu mirada, atento de cuanto me sugiere. Me recluyo en ella, me acurruco entregado, y sólo me aparta de su hechizo este torpe ensayo de pintarla en un par de minutos, merodeando con obstinada paciencia por un remolino de inútiles palabras, para garabatear la servilleta de papel que, sobre mis dedos te dibujan.

Entonces sonríes; me interrogan tus ojos , y te digo que está rico el café; lo apruebo apurándolo con un gesto...

Suenan cercanas las notas de un piano, cuando comienzas a leer estas letras y yo, simplemente, recuerdo que un día, al verme en tu mirada, comencé a saber que te quiero.

Adolfocanals@educ.ar

No hay comentarios: