viernes, 2 de mayo de 2008

El y ella.



Se volvió y miró tras de sí en la noche, pero no vio a nadie. Había algo de irreal a su alrededor y, encogido, las manos en los bolsillos del pantalón, avivó el paso. Al andar, sólo su sombra parecía habitarle, tornadiza y fugitiva, a capricho de los faroles de aquella extraña calle. Esperaba ser abordado, arremetido por alguna inspiración; tenía ese presentimiento borbotando inquieto en su cerebro. Llegaría a algún desconocido lugar, no importaba adónde, tal vez a un barrio muerto del extrabarrio... Estaba intranquilo: Necesitaba arrancarse del alma un molesto desasosiego; de ese alma que le acuciaba el paso, reclamándole a gritos un espejo... Y tornó a volverse, entre temeroso y necesitado de que algo repentinamente aconteciera.

Con esta sensación vagó en la oscuridad y en el tiempo, como quien circunvala una paradoja, llegando maquinalmente a su destino y sin saber interpretar el sentido del irónico derrotero que lo había guiado hasta su propia casa. Pero ahí estaba, curioso; ahí, tomando una llave equivocada, corrigiéndola entre dedos para abrir el portal, subiendo a pie las escaleras; ahí, escuchando el eco desprendido de cada uno de sus pasos, hasta que ganó el descanso, franqueó la puerta del piso y fue directamente a apoyarse en la mesa de la cocina. Sobre la cual tenía papel, un bolígrafo a mano y la sensación de haber transitado desde el principio de los tiempos este tipo de situaciones en las que uno se pone a escribir, pero a escribir qué... Cualquier cosa que no terminara en la papelera. Eso pensaba. Se sentó; dibujó unas líneas y comenzó a sentirlo sobre él, como una onerosa carga, hasta el punto de que se la sacó de encima, permaneciendo desnudo y aturdido, vagamente ensimismado. Los pies sobre el frío azulejo, tenía fervores en la frente, y se sintió tomado por una deliberada improvisación que parecía quebrar su aliento, cuando volvió a escribir y lo hizo nueva y repetidamente para hablar de sí... Sí, de sí: De cómo había estado vagando y miraba hacia atrás en la noche, sin ver a nadie. De que sólo halló su sombra, habitándole, tornadiza y fugitiva, a capricho de las faroles de una extraña calle. De que esperó ser abordado, arremetido por alguna inspiración; de que tuvo ese presentimiento borbotando inquieto y pertinaz en su cerebro...

Y de ese molesto y eterno desasosiego, que le era como un obstinado rumor, y de ese alma que le acuciaba el paso al andar, una vez más, reclamándole a gritos un espejo...

...quiero saber si es ella.

Adolfocanals@educ.ar

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