
Desconozco si ese don que tenía fue un bien con el que ya nació o si lo adquirió a lo largo de sus días. Sí sé muy bien que aquello a lo que se acercaba cobraba color y adquiría las más preciosas y cálidas tonalidades. Él mismo no se percataba de la intensidad de luz y colorido que su sencilla paleta de colores regalaba. Lo hacía sin estruendo, sin aspavientos, sin afectación.
Yo siempre había pensado que existían las personas grises, las personas en blanco y negro y las personas de colorines. Aquel hombre me enseñó que también existen las personas de pinceladas y colores discretos que hacen que la vida de los demás se contagie del arco iris.
adolfocanals@educ.ar
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