(Graciela, bienvenida al blog)
Era la tarde mas fría de los últimos días y se estaba yendo impiadosa, dejándome sin sol.
Yo necesitaba caminar un rato, me fui buscando silencio entre unas calles húmedas y cuando me dí cuenta el camino me dejó frente a ella, que sola me invitó a sentar a su lado.
Creo que yo estaba buscando esa invitación sin saberlo, desde que pisé el primer adoquín..
Tenía el encanto de los años pegado en la piel, yo le conté un secreto y su mirada intensa me regaló el río que se incendiaba en el horizonte y sus manos se entrelazaron con las mías. De pronto descubrimos los dos que tal vez era la primera y la última vez que estaríamos allí asistiendo a ese momento único.
Casi nos dejamos invadir por una tristeza irremediable cuando pensamos en eso, entonces se me ocurrió la idea de dejar un rastro, por si alguna vez volvíamos a cruzarnos.
Una señal que permita reconocernos entre la inmensa cantidad de silencios y pasos tristes que tiene la ciudad y los incontables bancos solitarios que se ofrecen en los parques.
Entonces desnudó su pecho de madera y yo le dejé mi quizás tallado.
adolfocanals@educ.ar
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