La pequeña ve a su amigo sentado en la orilla del pequeño estanque y corre feliz hacia él.
-Hola -le saluda con una sonrisa.
Él, cabizbajo, no contesta.
-He dicho hola.
Él levanta su mirada y observa las graciosas ondas despeinadas del cabello de su amiga.
-Hola. Pensé que no ibas a venir.
-Es que mi madre no dejaba de vigilarme. Menos mal que se encontró con una amiga y me pude escapar un ratito. ¿Qué te pasa?
- Nada, déjame.
- Ya veo que lo sabes.
- Sí.
- Yo también estoy triste. Nos vamos mañana. A mi padre le destinan a otra ciudad. Mi madre habló conmigo anoche y me dijo que tú no podrías venir, que debía despedirme de tí.
- ¿Y con quien hablarás entonces? ¿Y con quien jugarás?
- Mamá me ha dicho que voy a empezar a ir al colegio. También que allí conoceré muchos niños y me haré amiga de algunos.
El niño se pone la mano en el pecho.
- ¿Sabes? me duele mucho aquí. Pensé que siempre íbamos a estar juntos.
- Yo también lo pensaba. Pero una médico que conoce mamá dice que no es bueno que tú seas mi amigo. Por eso quiere que te diga adiós para siempre.
- ¿Y por qué no es bueno? yo no te he hecho nada malo; yo te quiero.
- Yo también. No sé por qué, pero mamá está muy preocupada. Los adultos son muy raros.
- Será eso.
- Tal vez nos veamos cuando sea yo mayor -los ojos de la pequeña se iluminan.
- No -responde el niño- puede que me recuerdes. Pero no me volverás a ver. Tu corazón ya estará cerrado.
- Ya verás como no -ella le abraza y le da un beso en la mejilla - me voy, mi mamá me estará buscando. Adiós.
El niño se queda mirando como ella se aleja corriendo con su característico y alegre trotecillo. De pronto se le iluminan los ojos. Una niñita de apenas un año le está mirando y ofreciendo un rastrillo para que juegue con ella en la arena.
- Hola. ¿cómo te llamas? soy tu amigo imaginario- y con una sonrisa ambos se ponen a hacer un castillo de arena.
-Hola -le saluda con una sonrisa.
Él, cabizbajo, no contesta.
-He dicho hola.
Él levanta su mirada y observa las graciosas ondas despeinadas del cabello de su amiga.
-Hola. Pensé que no ibas a venir.
-Es que mi madre no dejaba de vigilarme. Menos mal que se encontró con una amiga y me pude escapar un ratito. ¿Qué te pasa?
- Nada, déjame.
- Ya veo que lo sabes.
- Sí.
- Yo también estoy triste. Nos vamos mañana. A mi padre le destinan a otra ciudad. Mi madre habló conmigo anoche y me dijo que tú no podrías venir, que debía despedirme de tí.
- ¿Y con quien hablarás entonces? ¿Y con quien jugarás?
- Mamá me ha dicho que voy a empezar a ir al colegio. También que allí conoceré muchos niños y me haré amiga de algunos.
El niño se pone la mano en el pecho.
- ¿Sabes? me duele mucho aquí. Pensé que siempre íbamos a estar juntos.
- Yo también lo pensaba. Pero una médico que conoce mamá dice que no es bueno que tú seas mi amigo. Por eso quiere que te diga adiós para siempre.
- ¿Y por qué no es bueno? yo no te he hecho nada malo; yo te quiero.
- Yo también. No sé por qué, pero mamá está muy preocupada. Los adultos son muy raros.
- Será eso.
- Tal vez nos veamos cuando sea yo mayor -los ojos de la pequeña se iluminan.
- No -responde el niño- puede que me recuerdes. Pero no me volverás a ver. Tu corazón ya estará cerrado.
- Ya verás como no -ella le abraza y le da un beso en la mejilla - me voy, mi mamá me estará buscando. Adiós.
El niño se queda mirando como ella se aleja corriendo con su característico y alegre trotecillo. De pronto se le iluminan los ojos. Una niñita de apenas un año le está mirando y ofreciendo un rastrillo para que juegue con ella en la arena.
- Hola. ¿cómo te llamas? soy tu amigo imaginario- y con una sonrisa ambos se ponen a hacer un castillo de arena.
adolfocanals@educ.ar
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