African madonna de Anaslovakia
Corre, corre, corre... le susurra su corazón. Y ella corre, corre, sin reparar en su piel lastimada por las ramas, ni en sus pies doloridos.
Corre, corre, corre... nota el pequeño corazoncito de su hijo latiendo contra su pecho.
Corre, corre, corre... nadie de su tribu quiso creerla. Días antes soñó con ellos, con esos diablos blancos, y supo que estaban en peligro. Gritó hasta desfallecer pero nadie le escuchó.
Corre, corre, corre... amenazó con no utilizar más sus poderes de curación, amenazó con no buscar una nueva fuente, amenazó con... ya no tenía con que amenazar.
Corre, corre, corre... pero siente que no sabe hacia donde correr, presiente tormenta, presiente dolor, presiente humillación, presiente sangre, presiente lágrimas, presiente...
Presiente peligro: se para en seco, y ve caer sobre ella una red, y deja de ver... su alma ya no quiere ver más.
Ahora su existencia transcurre lejos de su hogar, entre nubes de algodón que se le antojan negras, como las almas de sus amos. No tiene casi tiempo para soñar, pues son duras jornadas de sol a sol. Afortunadamente, tampoco tiene casi tiempo para recordar: recordar como le quitaron a su hijo, recordar a los miembros de su tribu tratados peor que animales, recordar la larga travesía en aquella nave infernal, recordar los golpes recibidos, insultos y humillaciones contínuos.
Pero sí intenta recordar, cada día, que a pesar de todo, ella todavía es un alma libre, a la que nadie ni nada podrá someter. Y mentalmente, canta... canta esa canción que todos conocen, esa canción prohibida, que nadie podrá impedir que canten.
Corre, corre, corre... le susurra su corazón. Y ella corre, corre, sin reparar en su piel lastimada por las ramas, ni en sus pies doloridos.
Corre, corre, corre... nota el pequeño corazoncito de su hijo latiendo contra su pecho.
Corre, corre, corre... nadie de su tribu quiso creerla. Días antes soñó con ellos, con esos diablos blancos, y supo que estaban en peligro. Gritó hasta desfallecer pero nadie le escuchó.
Corre, corre, corre... amenazó con no utilizar más sus poderes de curación, amenazó con no buscar una nueva fuente, amenazó con... ya no tenía con que amenazar.
Corre, corre, corre... pero siente que no sabe hacia donde correr, presiente tormenta, presiente dolor, presiente humillación, presiente sangre, presiente lágrimas, presiente...
Presiente peligro: se para en seco, y ve caer sobre ella una red, y deja de ver... su alma ya no quiere ver más.
***
Ahora su existencia transcurre lejos de su hogar, entre nubes de algodón que se le antojan negras, como las almas de sus amos. No tiene casi tiempo para soñar, pues son duras jornadas de sol a sol. Afortunadamente, tampoco tiene casi tiempo para recordar: recordar como le quitaron a su hijo, recordar a los miembros de su tribu tratados peor que animales, recordar la larga travesía en aquella nave infernal, recordar los golpes recibidos, insultos y humillaciones contínuos.
Pero sí intenta recordar, cada día, que a pesar de todo, ella todavía es un alma libre, a la que nadie ni nada podrá someter. Y mentalmente, canta... canta esa canción que todos conocen, esa canción prohibida, que nadie podrá impedir que canten.
Su única esperanza ahora, es cantar.
adolfocanals@educ.ar
adolfocanals@educ.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario