
- ¿No es verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla, más pura la luna brilla y se respira mejor?
- Psé… En este mundo cruel nada es verdad ni es mentira.
- ¡Qué dices! ¿No es verdad, estrella mía, que están respirando amor?
- ¿Y tú me lo preguntas?
- ¿Cómo dices? Estás clavando en mi pupila tu pupila azul.
- Nada, nada, digo que poesía eres tú.
- Y tú eres pequeña, peluda, suave; tan blanda por fuera que se diría toda de algodón.
- ¿Peluda yo? ¿Yo?
- ¿No es verdad, paloma mía…?
- Sigue así y saldrás volando, no cortando el mar, con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela.
- Vivo sin vivir en mí…
- Porque nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir.
- Y las lágrimas son agua y van al mar.
- Claro, y los suspiros son aire y van al aire, mira tú.
- ¿No hay camino para llegar a ti?
- Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
- Pero… ¿es necedad amar?
- No es gran prudencia.
- Ser o no ser… he ahí la cuestión.
- Tienes la cabeza llena de golondrinas.
- Volverán mis oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar y…
- ¡Ya basta! Tienes que olvidarme.
- ¡Eso jamás! La olvidada es el arpa, no tú.
- ¿El arpa?
- Sí, del salón en el ángulo oscuro, silenciosa y cubierta de polvo.
- Pobre.
- Sí.
- Me canso.
- Yo también.
- pues adiós.
- … rogando y con el mazo dando.
- ¡Socorro!
- Perdón.
- Te perdono. ¿Ya has descansado?
- Sí.
- ¿Tocamos otra vez?
- Sí. ¿Quién empieza?
- ¿Empiezas tú?
- Vale… ¿No es verdad, hermosa mía…?
adolfocanals@educ.ar
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