
Desértica la calle donde, a rumbo perdido, vagaban unos pasos.
Al trasponer la esquina, tu sombra y la mía toparon.
Una templada mirada, el requiebro que escapó de unos labios, entibió la sangre en dos cuerpos,
por la costumbre helados.
Tú me ofreciste el norte. Yo, el sur puse en tus manos.
Como veletas nos confundió el viento de amores.
Y,
sin alas, la gloria tentamos.
adolfocanals@educ.ar
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