lunes, 30 de junio de 2008

Poder, nuevamente ...



El sol dejaba caer sus rayos por entre las cornisas de los últimos edificios que quedaban en pie. El hombre se deslizaba presuroso entre la gente que en aquellas horas ya tardías iba al encuentro de su hogar. Él no. Él olisqueaba el aire cual perro de presa, buscando un atisbo a sal. Y mientras tanto, aquellos susurros de sirenas que bullían en su cabeza....susurros que le llamaban como a un Ulyses moderno, susurros que le tenían trastornado en una pesadilla insomne.

De pronto, se paró en seco. Olfateó de nuevo. Sí...podía percibirlas. Giró, y las vio. Vio sus ojos tristes contemplándole desde su cárcel. Entró para saber cuanto le costaría liberarlas, y no le fue muy difícil, ni siquiera muy costoso.

Subió con cierta dificultad los 42 escalones que llegaban hasta su puerta, abrió el grifo de la bañera y dejó correr el agua. Ellas movían sus colas impacientes, aunque ya no las podía oír. Luego las metió en el agua. Zascandilearon con alborozo de un lado a otro de la bañera, y cuando él añadió un puñadito de sal ellas prorrumpieron en estruendosas carcajadas, que hicieron que su corazón se llenara de gozo.

La de pelo turquesa cuchicheó a la de cabellos bermellón algo que él no pudo entender, pero tampoco le importaba. Ambas comenzaron de nuevo sus susurros, cantos mágicos con una extraña cadencia. Y él...él se dejó llevar....notó como sus ropas iban cayendo al suelo, junto con su vieja coraza, notó como tiraban de él, notó como el agua le iba cubriendo todo...

... notó como podía nadar de nuevo bajo el agua, sin necesidad de respirar.

adolfocanals@educ.ar

No hay comentarios: