Estoy ayudándole a guardar todo y procuro no estar triste delante de ella, pero no puedo disimular el frío, llevo dos jerseys y todavía tirito.
¿Que voy a hacer yo con todas las plantas? le he preguntado y sin volverse está agachada colocando cosas milimétricamente en una de las valijas- dice: pregunta absurda, cuidarlas hasta que yo vuelva. Como un resorte he hecho la pregunta absurda que más miedo me daba: ¿Cuándo?.
Se ha puesto en pie, me ha llevado hacia la pared apoyando mi espalda en ella y ha extendido un brazo dejándose caer hasta que ha plantado la palma en la pared mirándome muy cerca- respira profundo, pasa la lengua por sus labios- antes de decir: Hay preguntas que nos exceden y nos atraviesan. ¿Por qué amas tanto las interrogaciones?, te pregunto yo.
Acaso no ves que son retorcidas hasta en su forma desde que nacen. Estallan en el cerebro creando patrullas vigías que no son necesarias. No ves que encienden luces intermitentes que no alumbran, que sólo confunden los contornos del pensamiento. Provocan un oleaje que levanta barro, un barro que deja marcas. Tú preguntas y en mi se abre un cementerio.
Bajo los párpados, permanezco en silencio. Detengo unos minutos mi mano en su brazo, luego en un movimiento interno con mi antebrazo aparto el suyo y continúo recogiendo cosas.
Ya casi todo está preparado.
Menos yo.
adolfocanals@educ.ar
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