Las tardes calurosas de noviembre definitivamente se han plantado.
Ya de noche corre esa brisa fresca que enfría el cuerpo
y las cosas;
y tiñe todo con un color terciopelo azul obscuro.
Los árboles frondosos de mi terraza se mecen con ese vientecillo
y hacen sonar sus ramas en una melodía suave y candente.
Ya las estrellas se iluminan más cada día,
hasta llegar diciembre cuando la noche de navidad
las hace ser más visibles y titilantes.
De ahí se van apagando lentamente,
no sé por qué, hasta la primavera siguiente.
El silencio es magnífico,
sólo interrumpido por el rumor de los árboles
que me entonan palabras,
que dicen recuerdos, que ya creía olvidados.
Pienso en las personas, en la misteriosa forma de ser de cada uno.
Misteriosa, digo,
por que es algo desconcertante las acciones,
las frases, los pensamientos, las emociones, de cada uno.
Me he engañado con muchas,
me he equivocado con otras tantas,
le he acertado... a casi ninguna.
Ya no me interesa tanto...he aprendido a dejarlo pasar...
que todo ocurra y nada me sorprenda...
Vaya, que si he tenido sorpresas !!...
Cuánto enseñan los minutos, las horas, los días... la vida.
Cuando ya lo has visto todo...algo nuevo llega
y te hace ver que es bueno quedarse solo con los sentires y las soledades.
La brisa sigue pegándome en la cara,
con una bofetada suave y agradable.
Miro a mi alrededor,
el pasto recién cortado ( que expele ese aroma que me encanta ),
y siento la tranquilidad que siente el alma,
cuando se a caminado por el sendero correcto,
a pesar de haber pisado tanta piedra y con cicatrices en los pies,
me levanto enorme, triunfante, henchido el corazón de paz.
Y agradezco a Dios permitirme conocer cada día
la miseria del alma del hombre para poder valorar la mía.
Me quedo dormitando en la terraza.
Escuchando las hojas en su encantadora vibración.
Una noche de primavera del mes de noviembre a las 11,20 p.m.
elisagolottlibreexpresion.blogspot.com
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